07 noviembre, 2011

TOMASITO CUENTO TRISTE

  En un jardín soleado a orillas de un rio, existía una huerta en la cual había nacido sin querer un tomate al lado de una fresa, todas las mañanas el tomate miraba a la fresa triste,  pues ella se iba poniendo roja y el apenas era una pequeña bolita.
  Cuando venían los niños y llenaban sus manitas con muchas fresitas, el se soplaba el dedo, se intentaba poner todo lo colorado que podía, pero no lo conseguía.
-      Que desgraciado soy, nunca me llevaran los niños,  estas fresas siempre tan rojas y yo tan pequeñito y tan verde, nunca se fijaran en mi.
-      No te preocupes tomatito, que todo pasará.
  La planta de tomate creció, y se estiro todo lo que pudo, no dejando a nuestro tomate Tomasito  que viera a sus amigas las fresas, el cual se lamentaba cada noche de su situación.
-      Ahora aparte de no enrojecer, encima me estoy poniendo ancho, enorme y gordo, los niños nunca me van a querer.
-      No te preocupes Tomasito que todo pasara, nosotras cada vez somos menos y no vemos nunca a nuestras hermanas las fresitas.
 El tomate se fue estirando y cada día se fue haciendo mas y mas grande, la piel se le fue poniendo de un tono rosa pálido, cada mañana estiraba sus bracitos para recoger todos los rayos del sol, allí arriba ya no veía las fresas, pues las ramas de su madre la planta, no las dejaban ver, pero eso si los niños venían y llenaban sus manitas de color rojo.
  El peso del Tomasito ya era enorme y el sol hasta le quemaba de lo rojo que estaba, el tiempo pasaba tranquilamente y ya se había olvidado de sus sueños de ser fresita, pues allí en lo más alto se estaba tan bien, ya tenía muchos  amigos como él y todos juntos cada mañana subían las manos para recibir la luz del sol.
  Un buen día unas manitas le hicieron un daño horrible y le arrancaron de su madre la planta, por fin se iría de viaje, como sus amigas las fresitas, ya sería feliz, pensaba mientras la sangre de Tomasito se quedaba sin fuerzas y moría en la cesta de los tomates.

Historia con moraleja:  Cuando somos pequeños tenemos un montón de sueños que poco a poco se van perdiendo según subimos y nos hacemos mayores y gordos, creemos que todo va bien pues vemos a nuestro alrededor más gente que pasa tranquilamente la vida, conformándose con lo que le rodea, hasta que viene la muerte y en ese momento recordamos nuestros sueños ,pero ya es tarde, pues nuestra vida ha terminado.

  Que la rutina diaria, no deje bajo tus pies los sueños.

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