Lucha mi cuerpo contra un mar embravecido
Salpican las olas como si fueran gigantes
Mis pies duros, aun desnudos.
No se acostumbran al aire
Quiero llegar a lo más alto
Pero no dejan de mirarme
Esas golondrinas muertas
Muertas de tanta hambre
Mi canoso pelo vuela con el viento
Salpicando la locura de no estar cuerdo
Se arremolinan en mi cara, quieto
Hincados en el suelo yertos.
respiro ese olor a sal marina,
mientras los graznidos ladran huecos
rebotando en la sordidez quieta
de mi viejo cuerpo muerto.
Se alzan ingrávidos mis pies
Estiro mi columna hasta el firmamento
Quien dijo que morir era aquello.
La nada queda, salpicada de hierro.
J. PEDRO
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