28 octubre, 2015

EN SILENCIO ANTE HECTOR





Los niños te ayudan muchísimo a crecer como "Personas", en ellos está la clave para hacernos cada día más humanos, pero dada la sociedad tan de consumo, llenas de tantas prisas y ruidos. No nos es tiempo a pararnos y poder escucharlos, sentirlos y avanzar con ellos.
  Es triste el futuro que les estamos dejando y una parada en seco dentro de nuestro egocentrismo, no sé si sería suficiente.
  Ahora en Talavera, estamos preparando la huerta de invierno y me resulta muy extraño responder a Héctor por qué no nos podemos quedar un poco más en nuestra tierra, y tenemos que volver a Madrid.
  Hasta el entiende que no es razonable la vida que vivimos (para nada es una ideología, ni esas cosas raras).
  - ¿No somos más felices aquí Papá?

  El silencio invade la posible respuesta y efectivamente, Súper Héctor tiene razón, somos más felices Toñi, Alba y yo mismo cultivando la tierra y disfrutando cada atardecer y cada amanecer.
  Es muy raro el cuerpo que se me queda después de contestar a Héctor y decirle que es lo que hay y nuestra vida tiene que continuar en Madrid.
             - ¡Papá, pero si en Madrid huele mal!
             - Ya, pero es lo que hay.

  Absurdo, me siento totalmente absurdo, con esa respuesta, sabiendo que la rueda de la vida no debería para nada seguir de la manera que lo conocemos y hasta un niño "especial de 9 años ", se da cuenta.
             - ¿Porque Papá?

             Un beso Héctor y Alba.


José Pedro Porras Cano.


ALMA ENSAGRENTADA




Gotas negras después de amarte.
Como lisonjas de estrellas fugaces
Que revolotean en nuestra cama.
Amaneceres violentos sin alma.

Respiración entrecortada faltándome el oxígeno
Me doy la vuelta y tú no estás
Vacío tenebroso, lleno de silencio amargó.
Chirría mi consciencia, grito hasta hacerme daño.

Quisiera rasgar el cielo, cortarlo con un cuchillo largo.
Cual pescado que dejó de navegar entre las saladas nubes.
Espinas negras que se me clavan en el corazón maldiciéndote
Arrebatándome la vida y las ganas de soñar.

-¿Porque te fuiste?, gritó a la luna plateada.
Ella calla, cual vieja sorda de tantos gritos.
Mas mis lamentos se quedan hundidos en mi cama
Y mi mano agarra a las sabanas desgastadas.

¡Silencio!, que mi corazón está muriendo.
¡Calla!, que mi cuerpo se desangra.
Mi Alma dañada se la llevó el diablo.
Agarrado a sus crines negras encabritadas.

Esta tan fría esta noche.
Larga noche sin calma.
Muero por ti esperando
¡Calla!, que mi alma sangra.

José Pedro Porras Cano.



27 octubre, 2015

PRIMERA COMIDA CON EL NOVIO DE LA NIÑA



  ¡Papa, mi novio viene a comer a casa!

  Dijo mi niña y mi corazón se encogió de golpe, no me lo podía creer, el momento con el que tanto habíamos bromeado, se iba a producir.
  ¿Qué hacer?
  Nadie nos enseña el modo de comportarnos ante tal eventualidad y menos lo que tenemos o no que hacer y cómo comportarnos  para no dañar a tu niña y quedar como un padre.
  ¿Padre?
  Eso es lo que me pregunto yo. ¿Verdaderamente que es ser un Padre?
¡  Y tan viejo me veo, como esos padres que salen por televisión! (yo creo que en estos momentos sería muy necesario ver algún tipo de telenovela, donde a “El Padre” le presentan por primera vez a “ el novio de su hija.”
  Como todo en esta vida, depende de la manera en que nos lo tomemos y casi siempre las cosas me las suelo de tomar de manera humorística, pues la vida es un chiste mal contado y lo mejor es sonreír, o si no mejor: ¡Hacer sonreír!
  Y esa fue mi propuesta emocional ante tal acontecimiento, pues si me hubiera vestido con traje y corbata y hubiera tratado al novio de mi hija de una manera totalmente formal, seguramente se asustaría (Pues serio impongo y mucho) y lo más seguro es que susodicho novio, no quisiera volver a comer con nosotros (“platito que me ahorro”), y a la vez que no veo al novio, tampoco veo a la novia, total que me quedo sin dos platitos o sino sin dos personitas con las que pasar un buen rato.
 Se quieren y eso es lo importante,
¡Pero mira la cara de enamorados que tienen los dos!
¿Cómo no voy a dar lo mejor de mí en esos momentos?,
Así que después de una mañana agotadora de visita al museo del ferrocarril con Súper Héctor y una amiga, nos disponemos a comer y a pasar un buen rato.
  ¿Cómo le pregunté por el color de sus testículos?
  Pues mira, una cosa llevo a la otra y al final el chaval se llevó la preguntita para casa, que de seguro no se le va a olvidar el resto de su vida, o mientras esté con nosotros.
  La comida había resultado de lo más animada y yo me estaba intentado comportar lo mejor posible y reirnos todos juntos y pasar un buen rato.
  Toñi le había comprado dos frutas grandes con forma de huevo de dinosaurio, con preciosos colores verdes y morados, y no se me ocurrió otra cosa, que si eso no se lo iba a comer, era mejor que se lo llevara para casa.
  ¿Qué cómo le pregunte por el color de sus testículos?
  Pues mira, muy bien no me acuerdo, pero la risa que nos seguimos corriendo a costa de ello, va a durar mucho.
  También le comente no sé qué a Alba de la gomita, pero solo ella supo coger la indirecta. Pues está acostumbrada al dialogo súper rápido conmigo y el manejo del vocabulario de cualquier manera. Siempre sacándole punta hasta el tema menos intencionado. La Experiencia es un grado.
  ¡Ten cuidado con la gomita, que la vas a romper!  Le dije en algún momento de la comida.
  ¿A que vino eso?
  Pues mira, tampoco me acuerdo, pero me lo pasé fenomenal, se puso rojo como un tomate y no sabía dónde esconderse.
  ( ¡Ja, ja, ja, me apunté otro tanto y eso que me iba a comportar bien!).
  El chaval en todo momento supo guardar la compostura y con los capotes que le dio la Toñi, salió casi ileso de la comida, que de seguro no olvidará y eso sí, espero que no sea la última.
Pero en el fondo me alegro:
¡Se les ve tan enamoraditos!

Un beso para mi niña Alba.


José Pedro Porras Cano

APRENDIENDO A NO OLVIDAR



  Hoy he pasado un día bastante malo, hace ya 9 años que murió mi abuelo y todavía sigue tan presente en mí que esta mañana me he puesto a llorar del propio recuerdo.
  Es muy difícil de expresar por palabras lo mucho que aún siento su perdida, pero el simple hecho de mirar a Héctor a los ojos y ponerme a llorar, ha sido un momento.
 Son tantos los recuerdos que guardo de él, que el paso del tiempo nunca me lo podrá arrebatar, lo que más recuerdo son sus manos agarrando a las mías y sus ganas siempre de estar conmigo y de saber escuchar, por muy complicado que fueran mis cosas.
  Un padre, un amigo, una persona con quien contar, que ahora sería de tanta ayuda para pasar estos momentos difíciles, donde nos encontramos Toñi y yo.
  Todavía vuelvo a oler su perfume, a ver su sonrisa y sobre todo a sentirme querido y apoyado.
  ¿Cómo me siento en estos momentos?
  Triste.


  Pero sé de cierto una cosa, que allí donde él este, se sentirá orgulloso de lo que Toñi y yo hemos conseguido juntos, de nuestros hijos que están creciendo tanto y nos están haciendo tan mayores, de sus ganas de preguntar y de conocer cosas.
  Estaría seguramente mirando por un agujerito y estoy seguro que sonreiría, aún ahora mientras escribo estas palabras, las lágrimas brotan sin querer y lloro su perdida y saber que no está con nosotros.
  Pero cuando tengo problemas, cuando parece que el mundo se viene abajo y no ves una posible solución, en esos momentos vuelvo a juntar mi mano con la suya y a escuchar el silencio de aquella tierra (Tinajas), aquellos montes y saber que puedo dormir tranquilo, pues de seguro que mi abuelito José velará mis sueños.
   Es duro hacerse mayor y no saber en muchas ocasiones que camino coger, es duro no poder contar con nadie e inventarte la mejor solución para los problemas que el día a día conllevan, es muy duro sonreír a quien nos están haciendo daño y contar solo con nuestras dos manos para seguir adelante.
  Menos mal que la sonrisa infantil nunca se me borra de la cara y como dicen los niños, todavía estoy pasando la edad del pavo y lo que te rondaré morena.

  Esta noche cerraré los ojos y pensaré que estoy sentado contigo en la puerta de tu casa (que ahora han dejado destruirse, “vergüenza les tenía que dar”), comiendo pipas con la tía Isabel y Celedonio y volveré a coger tu mano como cuando era niño y no tendré prisa por acostarme (hasta que se me cierren los ojos), escucharé tu voz dándome las buenas noches y el silencio de Tinajas, sin saber que eso es la felicidad.

  Cada día doy las buenas noches a Alba y a Héctor y aunque sea monótono doy gracias por poderlo hacer, por haber pasado otro día con ellos y aunque ellos en este momento no sepan lo importante que es, cuando sean mayores se acordarán de su Madre y de su Padre, que tanto han dado por ellos y volverán a cogernos nuestras viejas manos y volveré a dar gracias por estar a su lado. Sin pedir nada a cambio, solo que me quieran y eso solo se logra paso a paso.
  Gracias abuelo por haberme enseñado tantas cosas, que ahora que soy padre estoy haciendo con mis hijos.

  Me vuelve otro recuerdo a la mente, de ese pan recién salido del horno y como pedíamos tres barras, dos para comer en casa y otra para comer por el camino.
-      ¡Pero chico, que te va a hacer daño ese pan caliente!
-      ¡Qué no abuelo, que no!

  Un beso muy fuerte estés donde estés.

                                                                              José Pedro Porras Cano.
                    27 de octubre de 2015


23 octubre, 2015

SABANAS ENCARMISADAS

Veo la guadaña del demonio
Buscar por la noche mi cabeza
Cierro los ojos haber si pasa.
La muerte poco a poco se acerca

Tiempo eterno sobre mis sabanas secas.
Frías, revueltas, tapandome tan siquisiera.
Más el frío acero acaricia el viento
Seccionándome en seco mi cabeza.

¡ Qué risas de muerte ahora!.
¡ Que triste se quedó la luna nueva!
Encarmisada las sabanas secas
Calientes y aún frescas

Miró al filo de esa guadaña.
No me salen las palabras
Mientras mi cabeza rueda.
¡ Cuán lejos ahí quedá !

Esta tan fría la noche.
Mientras mi corazón se seca.
Vuelan bajos los buitres
Esperando carne fresca.

Quedé prendido en tu olvidó.
Quedé ahora sin cabeza.
Mi voz dando un grito.
Con la garganta seca.


José Pedro Porras Cano.

22 octubre, 2015

JUAN EL PELUQUERO




  Ayer por la tarde estuve en una peluquería donde llevo prestando mis servicios como extintorero cerca de 19 años.
  Me llamó el Sr. Juan diciéndome que su vecino le había facilitado el contacto de otra empresa de extintores donde el precio era bastante más bajo.
  Después de hablar con Juan y convencerle para que siguiera conmigo, me contó las razones por la cual estaba buscando de alguna manera abaratar los costes de su peluquería.
  Una peluquería de barrio de toda la vida donde después de muchos años de lucha estaba viendo como sus “clientes” se estaban yendo a otras peluquerías donde el precio era la mitad de la suya, no podía entender como el pagando todos sus impuestos, estando al día de todas las cosas que le pide la Comunidad de Madrid, no podía cortar el pelo a 4,5 euros y tenía que seguir cobrando 11 euros y encima sin poderlo subir.
  Conservaba los clientes, que no le importaba el precio, pero poco a poco se iba viendo con menos gente en su peluquería y no cubría gastos.
  Nosotros mismos somos los que estamos matando los comercios de siempre pues esta crisis que lleva ya 9 años y lo que te rondaré morena, solo nos hace más pobres y con las mismas necesidades de antes pero con menos dinero en la cartera, así que decidimos pasar del señor Juan, de su trabajo como profesional y agachamos la cabeza para dejárnosla cortar por otro cualquiera, sabiendo que nunca será lo mismo, pero hay que seguir adelante.
  Lo mismo se podría aplicar a un montón de oficios que se van perdiendo y desvirtuando porque no pueden absorber los costes de otros que los tiran por los suelos, para ganar clientela quitándolos a los de siempre.
  Es lo que nos toca vivir, pero está situación lo que nos hace es cada vez más pobre a todos los demás, ahogándonos en nuestra falta de consumo o consumo cutre y asqueroso.
  La que nos toca por vivir.


  José Pedro Porras Cano.

14 octubre, 2015

PEQUEÑA GOTA



La furiosa tormenta, se olvidó de que para que ella existiera, debería antes aparecer una pequeña gota de lluvia. Pues sin un principio, nunca puede haber un final.
 ¿Lógico, no?
Pues la tormenta con sus rayos y relámpagos creció tanto y su egocentrismo fue tal, que se olvidó de la triste gota para poderse realizar. Pensando que ella era única y para nada necesitaría la ayuda de una diminuta gota.
Esto llevó a un desorden en la vida humana,  las personas dejaron en ese momento de tener lágrimas en su corazón, pues no era ya necesario llorar para poder sentir,  llenándose sus vidas de una monótona tristeza.
La risa quedó olvidada en algún rincón, con miedo y temor a ser devorada por esta sin razón. Junto a la pequeña gota de lluvia que temblaba a su lado.
Pero algunos corazones, previstos de una coraza anti depresiones, fueron poco a poco latiendo y se buscaron unos a los otros, para poder latir juntos. Rompiendo así el miedo a una derrota por parte de tanta intransigencia y tan mal humor.

Para que el amor exista, debe de haber una chispa.
Ese chasquido de Dos Mundos que se juntan
Se puede llegar a escuchar en todo el Universo
Pero de la misma manera se pueden callar.

Ese silencio puede llegar a ser tan doloroso
Que después de una vida, seguirá escogiendo
Como una herida mal curada
Que nunca se llega del todo a cerrar

La des-unión puede ser tan dura
Que ese silencio, calle el estallido del propio Universo.

Pero de igual manera como una vez explosionó, volverá a buscar a alguien que haga que su corazón se mueva.
El Universo está en constante movimiento y jamás se llega a parar.
Solo es el lapsus de tiempo, el dolor, el sufrimiento  terrestre, este llega a  relantelizarlo, pero nunca a pararlo.
Pues es sabido, que siempre habrá fuerzas emocionales dispuestas a volverlas a agitar.
Nunca será igual, pero será posible que nuestro corazón no se pare y siga bombeando.
Pues el misterio que une a dos personas dentro del círculo del Amor, nunca se ha llegado a explicar.
Amar es tan sencillo y a la vez tan difícil, que bastará una simple gota de lluvia para poder explicarlo.


José Pedro Porras Cano.

SIN MILAGROS EN LA CASA DE DIOS



  Llevo algún tiempo sin escribir, pero eso no significa que deje de pensar.

Me he encontrado con un libro que ha caído en mis manos y lo estoy disfrutando como nunca, así que el poco tiempo que tengo para poder escribir, lo estoy dedicando a la lectura (que nunca viene mal ¿No?).
  El libro en cuestión es el Ultimo Pasajero de Manuel Loureiro. Por si a alguien le apetece pasar un buen rato de miedo, (lo cogí en la biblioteca municipal).

  El caso que esta mañana he estado entregando una parroquia de las importantes, situada en medio de Madrid, llegue como siempre con el tiempo justito y corriendo, pero me encontré con una situación extravagante que paso aquí a contar.

  Metí la furgoneta en medio de la parroquia y justo enfrente mía había una mujer de más o menos mi edad, con una cara triste que tiraba para atrás.
  Le dije los buenos días y unos buenos días secos tuve.
  ¿Se le habrá muerto algún pariente?, pensé.
  Pero nada más lejos de la realidad, pues resulta que después de entregar todos los extintores de la parroquia, justo cuando iba a salir, vino una mujer muy altiva que se dirigió hacia la señora (extranjera).
  Yo en este caso me hice un poco el remolón, pues la cara de esa mujer era una tristeza en sí.
  La señora altiva era de Caritas Madrid y la señora un inmigrante que se había quedado sin trabajo y necesitaba trabajar.
  Le enseñó los papeles a esta y la señora altiva, no se le ocurre nada más que decir en la puerta de la iglesia:
-      ¡Los milagros no existen! ¡Eh!.
(la cara de tristeza que se le puso a la señora), hasta yo avergonzado tuve que mirar al suelo.
  Mira que yo no soy milagrero ni nada de eso, pero como se debe de sentir la pobre inmigrante que va a buscar ayuda a la puerta de la Casa de Dios y se encuentra con esta estúpida que dice que los milagros no existen.
  Lo que no debería de existir es esta desigualdad social tan grande que se está creando, ni tanta gentuza que vive del cuento.

                     José Pedro Porras Cano.


01 octubre, 2015

PASODOBLE DE MI TORERA.



Déjame izar mis manos al viento
Para acariciar el aire de tu pelo
Déjame fustigar mi caballo
Para perderme llanura adentro.

Déjame regalarte una rosa
Que arranque del firmamento
Déjame prenderla de tu pecho
Y decirme al oído – Te quiero.

Sedúceme debajo de la higuera
Quiéreme al lado del ciruelo.
Déjame escribirte palabras de enamorado
Que el tiempo no borre de tu lado.

Baila esta noche un pasodoble torero
Que sabré como llevarlo.
Hinco mis rodillas en el suelo.
Recibiéndote hacia un lado.

Alzo mi capote en busca de tu escote
Mientras en la plaza se escucha “ -Ole que Ole.”
Me lanzo en pos de una conquista
Te la brindo para esta noche.

Pase de chiquelinas.
Embravecida esta hoy mi niña
Quiero desnudarla despacio
bajo la Luna linda.


Me enfrento capote en mano
Domador de mi fiera.
Que embravecida embiste
Sobre nuestra cama nueva.


Se insinúa y regodea.
Dejándose llevar,  altanera.
Pasodoble que enamora
Pervirtiendo los sentidos

Guapa y rebuena
Mi cuerpo junto al tuyo
Avergonzando a la luna llena.
Pasodoble Torero, de mi torera.

José Pedro Porras Cano.