Esta tarde me he ido un rato con mi hijo de paseo, y me he fijado que ahora se había puesto de moda las peonzas, mi niño se quedaba mirando a los otros niños como jugaban con ellas y sin pedirme nada .
Esto es lo bonito, sin pedirme nada, me he dirigido a la tienda del bulevar, atención, regentada por un chino.
- Buenas tardes, tiene peonzas.
- Si, estas ( saca un cartón roído con unas cuantas peonzas, como lanzándotelas a la cara)
- Cuánto valen.
- Cuatro o cinco, tu comprar, tu comprar ( otra vez dándome con el muestrario ), tu comprar, tu comprar.
- Pues va ha ser que no.
Mi niño y yo nos vamos
- Lo siento H. pero no has visto lo raro que está.
- Si papa, pero a mí me da igual, si quieres vamos a otro sitio.
Yo tenía prisa, pero ya habíamos empezado con esto, que no se iba a quedar H. sin peonza., nos fuimos a la tienda de enfrente que tiene juguetes.
- Buenas tardes, tiene usted peonzas
- Ha probado en el chino
- Si pero no me ha gustado para nada como me ha atendido y si usted no las tiene, me puede decir que tienda puede tenerla.
- No lo sé hijo, pero otra tienda también de chinos
- Vale, muchas gracias
Una vez fuera, le dije a H. que no se preocupara que la íbamos a encontrar pero que tuviera paciencia.
- Papa, no te preocupes, que a mí me da igual que sea de una u otra manera
Después de buscar por el barrio, y evitando los chinos por fin encontramos en una tienda de frutos secos una peonza, de madera de las de toda la vida, y por el increíble precio de 1 euro. Me salió muy bien a la primera, aunque después se me fue haciendo cuesta arriba, ya nos íbamos a marchar para casa cuando vimos a John, el papa de Cristian, Un sudamericano, y a que no sabéis como termino la tarde, pues compre otra peonza para el compañero de H. y John nos enseño como lo hacen en su país, nos lo pasamos los cuatro de maravilla
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