28 mayo, 2015

EL VALOR DE LA VIDA




En mi trabajo te sueles encontrar con situaciones lamentables  que te hacen saber el valor de la vida misma.
Ese valor que para nada tenemos, ni somos capaces de entender.
Pasa la vida y no nos damos ni cuenta, pero cuando entras a una empresa de la de siempre y preguntas por el encargado que te atiende y con el que has vacilado año, tras año y  te dicen que ha muerto, que un buen día se fue para su casa después de terminar la jornada laboral y le dio un infarto, con tan solo 46 años, un chico deportista y sin fumar, ni beber y con una niña de ocho años a su cargo.
De repente la vida te da un ostión para que recuerdes lo importante que es estar vivo, estar con tu gente, con tu mujer y con tus hijos, con tus padres y amigos.
Saber el valor de la vida no tiene precio y notar que estamos vivos, en lo bueno y en lo malo. Todo es vida, y es lo que nos ha tocado vivir.
Terminé de trabajar ese día lo más rápidamente que pude y me fui al Carrefour a comprar y  en un pis pas  preparé una comida romántica para disfrutar con Toñi.
-      ¿Y esto por qué?, Dijo Toñi.
-      Porque estamos vivos.

Desgraciadamente tengo otra historia corta que contar sobre lo mismo y para nada voy a pasar de olvidarla, ni de contarla.

Hace un tiempo a eso de las dos de la mañana hubo una persecución entre un coche de la policía y uno robado, con tan mala suerte que después de que la policía le estuviera persiguiendo desde Puente de Vallekas, acabara estrellándose  en la frutería del barrio, llevada por un Indio.
Todos, pensábamos lo mismo, pobre Indio, que acaba de abrir su negocio, cuando vuelva por la mañana ¿Cómo se lo va a encontrar todo?, ¿Tendrá seguro, que se lo pueda cubrir? ¿Y ahora, quien se hará responsable de todo esto?
Pues mira tú, las casualidades de la vida, resulta que como siempre tenía mucha prisa, pues llegaba Toñi y los niños y no me había dado tiempo a comprar algo de fruta y paré en otra frutería que no era la de siempre.
Resulta que ahí  también estaba trabajando el Indio.
Como nos conocíamos, me puse a hablar con el de lo ocurrido la otra noche.
Y le pregunté las mismas preguntas que Toñi y yo nos habíamos hecho después del accidente.
¿Y ahora quien va a cubrir los desperfectos? Y cosas parecidas.
lo que me contestó el Indio, me sorprendió.
(le llamo Indio, porque no se su nombre y es de origen Indio),
pues me contestó de manera pausada y clara,  como saben hablar ellos.
-      Mira lo más importante de todo, es que estamos vivos, que afortunadamente nadie estaba a esas horas en la tienda y no tenemos que lamentarnos de ello.
Las cosas se arreglan o se compran, ¿Pero la vida, no se puede comprar, ni arreglar?
  Me quedé muy pensativo y ciertamente, lo más importante de todo es estar Vivos, aunque parezca tonto, tan pocas palabras fueron las necesarias para darme una lección.
Es la  vida lo más importante de todas las cosas, que las posesiones terrenales, que todo, que si nos falta la vida, no podemos seguir disfrutado de ella, parece tan obvio y se nos olvida.

                                                    Gracias.        
                          

                                             José Pedro Porras.

18 mayo, 2015

AGARRADO A TUS PECHOS




Duermo Agarrado a tus Pechos

Mi imaginación perdida surco el cielo
Recogiendo las vibraciones de la Tierra
Me deje caer entre las estrellas noctambulas.
Me envolvió la Nada, Negra, etérea.

Me bebí cada uno de tus besos
Me emborrache de tu ternura y te quieros
Cerré los ojos creyéndome muerto
Y empapado en sudor, me dejo.

Me acurruque entre tus senos
Ingrávido, caigo presa de un sueño
Cálido, amamantado de un extraño recuerdo.
Niño, que nunca ha dejado de serlo.

Se apoyaron mis cansados dedos
En la dorada arena del desierto.
Me acurruque temblando de miedo.
Inmensidad, que no entiendo.

Me dejé llevar aquella noche
Después de haber tocado el cielo.
Me invadió el sueño, agarrado a tu cuerpo.
Soy un granito de ese interminable desierto.

Se agarraron las olas del mar a mi cuerpo
Me inundaron mil preguntas, llenas de recuerdos.
Me dejé llevar por el vaivén de las olas en el desierto.
Se juntaron las estrellas, iluminando el cielo.

Se abrió la Nada en el camino hacia tu lecho.
Me amamantaron de nuevo tus pechos.
Succione, lamí, y aun así sigo seco.
Recorrí cada poro de tu piel

Me envenene del sudor de tu cuerpo
Me embravecí ante una lucha sin igual
Me abandone ante la locura de esos ojos negros.
Lloré, dulcemente lloré, implorando otro beso.

Me desazi en caricias.
Me entregue en alma y cuerpo
Me deje caer presa de un deseo
Cerré mi vida para entregártela en versos.

Ame, cual desdichado que no sabe hacerlo.
Se juntaron las arenas de los desiertos.
Me envolvieron las estrellas.
Te amé.

Lloré al no poder escribir lo mucho que te quiero.
Se enredan las lágrimas en mis manos ajadas por el viento.
Se vuelven brisa y sin querer miro de nuevo al cielo.
Me acurruco a tu lado y sediento de más amor me duermo.

Me acaricias antes de dormir el pelo.
 Desdichados tus labios se abren
Y en la cornisa de ellos dejas escapar
Un te quiero.

Sonrió, mientras me duermo agarrado a tus pechos.
Sueño con la Luna que con nosotros se ríe.
Y creo descubrir en sus ojos los tuyos negros.
Duermo agarrado a tus pechos.

Describo cada curva, cada momento.
Cierro los ojos para no verlo.
Me dejo llevar por el instinto de creerme dueño.
Se dejan para otro momento los sueños.

Infinito el desierto se abre.
Bajo la calidez de nuestro lecho.
Huracán arrasando en la tormenta
Que lleva de nuevo a tu cuerpo.

Locura, insensatez y lujuria.
Acaricio tus besos.
Muerdo, lamo, me dejo engullir por ellos.
Grito, y entre la nada surges de nuevo.

Amante.
¡Qué de Amor me muero ¡

José Pedro Porras Cano.