La mujer que escupía palabras
1.
En silencio como cada noche permanecía Juan, mientras su querida mujer una y otra vez abría su boca de par en par para soltar no sé ni que palabras.
Sus movimientos eran monótonos, primero un labio luego el otro y todo esto tan deprisa que era muy difícil de imaginar a otra mujer que lo hiciera más rápido.
Hacía bastante tiempo, aunque no recuerdo cuanto que el silencio reinaba en él, mientras ella hablaba y hablaba.
Ya se había dado cuenta de que a él nunca le escuchaba y sí le escuchaba simplemente era para enfadarse más y para gesticular aún más rápido sí cabe.
Juan pensaba que en algún momento le iba dar algo y que sucumbiría sobre el sonido de sus propias palabras, pero ¡ No !, solo hablaba y gesticulaba, hablaba y gesticulaba, esto repetido muchas veces, hasta la saciedad.
Mientras ella seguía con lo suyo, Juan solo tenía que asentir con la cabeza y repetir muchas veces ( - ¡ Como tú quieras, mi amor! ).
Tantas veces había utilizado aquellas palabras que en cualquier momento salían sin querer de su boca, se las podía caer en el metro, cuando hablaba con sus amigos, después de una discusión con su jefe.
Después lógicamente, todos se reían de él.
Juan llegaba triste a su casa donde le esperaba su bien amada esposa que al llegar siempre salía con lo mismo ( hablar y gesticular ).
El se sentaba delante suya y pensaba en lo dulce que era su mirada, en la última vez que bailaron juntos y así en silencio permanecía todo el rato, con mucho cuidado de aparentar suma atención y asi pasaban los días, hasta que una noche en medio de una terrible pesadilla se le apareció entre sueños su Tía Pepa, la loca.
- ¡¡¡¡ Juan, juannnn, juannnn, despierta ¡!!!
- Si cariño, si cariño.
- ¡¡¡ Qué cariño, ni que porras, Despierta, de una vez ¡!!!.
- Pero tía, tiita, que hacer tú aquí, no estabas muerta.
- Muerta y bien muerta, pero me he despertado con una mala leche que ni pa que.
- ¡¡¡¡ Qué susto, hay madre mía ¡!!!, ( se extrañó hasta de oír su voz ).
- Vaya gusto el escucharte, si pensé que te habías quedado mudo, esa pécora de mujer te ha quitado hasta el habla, y tu pensando en idioteces, que si es muy buena, que si cocina muy bien, que si mira como baila. Bailar te voy a dar yo bailar
( y arreándole un buen tortazo en toda la cabeza, se empezó a reír como una verdadera loca )
- ¿ Vas a hacer algo al respecto o te vas a quedar como un pánfilo toda la vida ?.
- Y que quieres que haga, sino para de hablar.
- Pues muy fácil, jugar con sus palabras.
- No que se enfada y mucho.
- No te preocupes que yo te ayudaré, mira te lo voy a explicar ( cuando ella en medio de uno de sus tremendos monólogos diga casa o basa, tu repites la última palabra pero asi: asa, asa, asa, asa.
Pero solo cuatro veces ni una más.
- Y después ¿ Qué ?.
- Después yo saldré a escena y la asustaré desde el mas allá, por cierto tengo un maleficio que use con tu tío que en paz descanse, pero está tan en paz que hace tiempo que no le veo, en fin que me enrollo, cuando yo salga a escena por cada vez que diga asa, asa, asa, le brotarán de su boca esas mismas palabras y asi hasta que pare de decirlas, un poco complicado pero ya lo veras.
- Asustadito me dejas tiita mía.
Sin más en medio de la noche desapareció dejando tras suya una risa de esas que dan miedo.
2.
Juan se durmió, pero pensó que aquello había sido una alucinación mas, pues dado su poco apego a todo lo que le rodeaba, sería una cosita rara, de esas que le pasan frecuentemente y no le dio más importancia.
Trascurrió el día siguiente de la misma manera que todos, pero una vez en casa, sentado nuevamente delante de su amada, escuchando el rollo de siempre,
- Si cariño, si mi amor ( moviendo de arriba abajo la cabeza ), asi: para arriba, para abajo, para arriba, para abajo ( repite conmigo ), para arriba, para abajo. Muy bien tu también lo sabes hacer.
- Te has enterado que en la casa…………………………………
- Asa, asa, asa, asa.
- ¿ Me estás haciendo burla ?, o que es lo que pasa
- Asa, asa, asa, asa.
- Otra vez, como vuelvas a abrir esa bocaza, te voy a dar un mamporro que se te va a quitar la guasa
- ( esta vez Juan, no se atrevió ni abrir la boca ), pero alguien a su lado soltó
- Asa, asa, asa, asa.
A la vez que brotaban de su boca multitud de Asas, asa de la cacerola, asa de la sartén, asa de la freidora.
Su tierna mujer, se puso como una energúmena y mirando con un cariño que estrangula le dijo casi cogiéndole por el cuello:
- ¡¡ A ver qué pasa con esa guasa ¡!!.
Esta vez, nuestro Juan, tan blanco como la leche y con más miedo que vergüenza, se tapó la boca y en la habitación se escucho un tremendo
- Asa, asa, asa, asa.
Volviendo a salir multitud de asas de su bocaza, tantas que casi le tapan, mientras Juan se fue directo a la cocina para coger la escoba y retirar todas esas asas, que intentaban taparla.
Una vez retiradas todas y tan pálido como la misma leche la miró y ella se calló ( os juro que se calló ).
A Juan en un primer momento le dio miedo aquella situación, pues las palabras que no oía por algún lado tenían que salir, y allí estaba su esposa, con los ojos como platos mirando de un lado para otro, mientras con la otra mano se tapaba la boca, no vaya a ser que volvieran a salir las terribles asas de Dios sabe dónde.
Después de este susto, las charlas fueron menos acaloradas en la casa, pues cada vez que hablaban y ella utilizaba la palabra asa, esperaba en silencio para ver lo que pasaba, y asi se dio cuenta de que Juan también podia hablar y que juntos podían mantener de nuevo una conversación, aunque alguna noche cuando los niños se acostaran se pusiera a hablar y gesticular como una loca, olvidándose alguna que otra vez de pensar lo que decía, mientras de su boca volvían a salir multitud de asas.
Esta corta historia nos enseña que no por mucho hablar se entienden mejor las cosas, si uno no las piensa anteriormente y frecuentemente nos encontramos con personas que no paran de hablar sin saber ni lo que dicen.
JOSE PEDRO PORRAS.
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