Capitulo 1.
Su madre perdió un
diente.
Dada la edad de ella eso no era extraño, pues
a las personas mayores se les suele ir cayendo todo; el pelo, las uñas, la
piel, la tripa, las tetas.
Pero a ella se le había caído un diente y
justo el paleto, ese que tanto se nota cuando uno sonríe. Y allí iba su madre
para todos los lados, con esa dentadura rota, sonriendo y sonriendo.
A él mismo le daba vergüenza que ella
anduviera así, mellada y sin poder hacer nada, asi que decidió ir a un dentista
para buscarle una solución.
- Ponerle un diente postizo.
- Y eso vale mucho
- Usted no piense en lo que vale, sino en lo
guapa que va estar.
- A mí, me gustaría darle lo mejor de lo
mejor, pues ella no se merece menos.
- Pues póngale uno de oro.
- Uno de oro.
- Es como un regalo, en vez de llevarlo
colgado lo llevará en la boca y cada vez que sonría se acordara de usted.
Me tire tiempo pensando, en lo mismo, mi
madre con un diente de oro, sería una pasada verla por todo el pueblo con ese
diente iluminando bajo el Sol, asi que como puede fui ahorrando un dinerillo,
hasta que por fin vino el día.
- ¡ Madre, le voy a hacer un regalo !.
- Déjate de regalos, que la cosa no está para
perder el dinero de esa manera, anda calla y nos lo gastamos en el Mercadona, o
si no nos vamos juntos al bingo a ver si nos toca.
- ¡ Qué no Madre, que no !, que es un regalo
de verdad, de esos que dura para toda la vida.
- A ver cuenta que me tienes en ascuas.
La cara de mi Madre, era una fotografía cuando
se lo conté, blanca como la leche y con la carita de ángel allí caída, asomando
ese agujero, que seguro sería tapado a no más tardar.
- ¡¡¡¡¡
Loco, ¡!!! , estás Loco, como voy a llevar ese diente ahí asomado para que
todo el mundo lo vea. No, no y no y mil
veces que te empeñes es que no. Y no hablemos mas.
Mi Madre cuando dice No, es que no, y ahora
se me puso la cara a mí como el culo de un niño recién lavado.
Capitulo 2.
- Ernesto, sabes una cosa.
- Diga madre.
- Que me voy a poner ese diente.
- Anda, no se ría de mi.
- Ni reírme, ni na ( dijo dándome un achuchón
).
- ¿ Pero lo ha pensado bien ?.
- Que si, Ernesto, que sí. Mira te voy a
contar una cosa, estuve hablando en el pueblo con mis amigas de toda la vida y
ellas también tienen un diente de oro, y algunas dos, yo al principio no me lo
podia creer, pero es totalmente verdad y estoy decidida a hacerlo.
- Pero madre, que casi me he gastado el
dinero.
- No te preocupes, que pronto llega la
paguilla y tendremos bastante.
Ahí salía mi Madre, con su boca reluciente
del Dentista, y sonriendo, venga a sonreír a todo el mundo que pasaba. Yo más
ancho que un ocho. Luego como aún nos
sobraron algunos euros, nos fuimos al Bingo a celebrarlo y encima cantamos una línea
y todo.
Las cosas después fueron mejor si cabe con mi
Madre, y ya me preparaba un bizcocho o me recibía con un flan de esos que solo
sabe hacer ella, ( ¡ Cuanto quiero a mi
Madre ! ).
Pero la vida pasa y poco a poco ella se fue apagando
y yo con ella. Al principio me quede sin trabajo, luego sin paro y ahora sin la
ayuda familiar, menos mal que nos queda
la pensión que si no, no sabríamos de dónde tirar.
Fuimos vendiendo todo lo que teníamos para
vender y solo en aquel pueblo olvidado de Dios, la penuria se hizo latente en
todos.
- Sabes una cosa Ernesto.
- Diga Madre.
- El día que me muera, quédate con el diente,
sin que nadie se entere, que algo te darán por él. Ya sabes como están las
cosas y se de buena tinta que están pagando mucho por todo lo que sea de oro.
- Usted y sus cosas Madre, como le voy a
arrancar el diente, ni que fuera yo un dentista o un usurero de esos.
- Calla Ernesto y piénsalo, será lo único que
te puedas llevar después de todo, arruinados estamos ya lo sabes tú, como están
las cartillas, no nos queda nada y menos mal que el tendero aún nos fía, que si
no, no sé ni que ibas a comer.
Capitulo 3.
Murió, ella nos dejó y no dio ni guerra la
pobre.
Una noche me desperté de golpe y me la
encontré tendida, más fría que un carámbano de esos de Enero. Y sonriendo, no
veas como sonreía, allí estaba ese diente, brillando a la luz de la vela, (
pues hacía tiempo que la luz nos la habían cortado ),
- ( Llévate el diente, llévate el diente ).
Escuchaba yo en mi mente una y otra vez.
Después de llorar lo inllorable, creí tener
una aparición, allí colgada del techo, mi madre se despedía de mí, y sonreía,
venga a sonreír. Cerré los ojos y no me
digan ni como en mi mano derecha estaba un alicate y en la otra el diente de
oro de mi madre.
Pasó el entierro, terminaron todos de darme
el pésame y ahí estaba yo, en esa casa sin luz, con el diente de mi madre
incrustado en mi mano de tanto apretarlo. Pero una pregunta, ¿ Qué iba yo a hacer
con ese diente ?, acaso mi Madre, pensaba que yo tenía allí una fortuna, solo
un diente no iba a ser suficiente, recordé en ese momento el día en que mi
Madre, dijo que si al diente, como me explico con pelos y señales que casi todas
las amigas y amigos de la plaza tenían uno o más de uno.
La idea parecía descabellada en primer
momento, pero armándome de valor y de hambre, agarre la pala y el pico y me fui
al cementerio de nuestro querido pueblo y con un valor que solo lo da la
necesidad fui abriendo cada una de las tumbas que allí había y cerrándolas posteriormente
para que nadie se diera cuenta del ultraje.
Venga dientes y mas dientes de oro, yo no sabía
nunca que tal riqueza se escondía en esas bocas desgastadas. Y ahora que hago
con todo esto me dije. Pues claro está que venderlos, me fui a la capital y
encontré un sitio de esos que dicen por la radio que compran oro y al mejor
precio. Sin ser egoísta, primero vendí uno y luego otro en otro sitio y asi
hasta que coloque todos, no vaya a ser que la policía me pillara en mi hurto
Gracias a estos dientes, fui sobreviviendo hasta
el día que se acabaron los dientes de mi pueblo y tuve que recorrer otros
cementerios para seguir con mi pequeña fortuna.
Me quede sin sitios para vender mis dientes y
recurrí gracias al internet a ofrecer mis productos a través de sus redes y ahí
estuvo el problema, señores agentes que tanta tecnología se me hizo grande y
sus problemas de distribución, pero les digo una cosa, mientras duró, duró.
Gracias Madre, ahora ya puedes morir en paz,
me encuentro detenido en comisaría y dada mi edad, cuando salga de la cárcel tendré
mi paro y luego mi paguilla como jubilado y además te digo una cosa:
- El vivo, vivo y el muerto al hoyo.
JOSE PEDRO PORRAS
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