Como cada noche que abro el congelador te veo ahí quietecito
al lado de las espinacas y me doy cuenta amado mío de lo feliz que soy desde el
día que te asesine...
Recuerdo esos momentos en los que llegabas a casa borracho y deseosa de mi cuerpo, como te burlabas de mi mientras debajo de ti gozaba, luego te dormías y roncabas.
Pero todo eso terminó después de tantas noches de jodiendia y molienda, dejándome vacía de placer. Pues claro está, que el alcohol te seco la picha y te agrio el mal humor.
Una noche sí y otra también esperando por Tí salvajemente ser amada y nada, eso no funcionaba.
Cuando solo me quedaron tus ronquidos te dije que dejaras la bebida, después de tantos años, nuestra vida no podía continuar así.
Como te pusiste ese día, que hasta la vecina Ramona que vive justo debajo de nosotros, la cual siempre me insinuó que bebías golpeó la puerta para ver sí nos pasaba algo, yo salí como pude con mi camiseta rajada de tanto forcejear contigo y hay que ver lo que gozamos esa noche.
Pero después nada de nada, solo beber y roncar; roncar y beber.
Un buen día me harté y zas, con el cuchillo del jamón ( ese que me fuiste a afilar esa misma mañana ), te esperé detrás de la puerta y como los toreros, según entraste por la puerta te degollé.
El salón se puso perdidito de sangre, sí lo sé pongo unas bolsas o unas espontes, luego poco a poco te fui troceando hasta que cupiste por entero en nuestro congelador y de tú pensión voy tirando gracias a Dios. Y nuestro perro de Tí
va tirando, aunque como van las cosas, no sé, en cualquier momento hago contigo un caldo.
Recuerdo esos momentos en los que llegabas a casa borracho y deseosa de mi cuerpo, como te burlabas de mi mientras debajo de ti gozaba, luego te dormías y roncabas.
Pero todo eso terminó después de tantas noches de jodiendia y molienda, dejándome vacía de placer. Pues claro está, que el alcohol te seco la picha y te agrio el mal humor.
Una noche sí y otra también esperando por Tí salvajemente ser amada y nada, eso no funcionaba.
Cuando solo me quedaron tus ronquidos te dije que dejaras la bebida, después de tantos años, nuestra vida no podía continuar así.
Como te pusiste ese día, que hasta la vecina Ramona que vive justo debajo de nosotros, la cual siempre me insinuó que bebías golpeó la puerta para ver sí nos pasaba algo, yo salí como pude con mi camiseta rajada de tanto forcejear contigo y hay que ver lo que gozamos esa noche.
Pero después nada de nada, solo beber y roncar; roncar y beber.
Un buen día me harté y zas, con el cuchillo del jamón ( ese que me fuiste a afilar esa misma mañana ), te esperé detrás de la puerta y como los toreros, según entraste por la puerta te degollé.
El salón se puso perdidito de sangre, sí lo sé pongo unas bolsas o unas espontes, luego poco a poco te fui troceando hasta que cupiste por entero en nuestro congelador y de tú pensión voy tirando gracias a Dios. Y nuestro perro de Tí
va tirando, aunque como van las cosas, no sé, en cualquier momento hago contigo un caldo.
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