10 octubre de 2013
Tres historias
ocurridas.
1. Los viejos ya no estorban
Resulta que hablando con una señora mayor en
un bar, me ha abierto los ojos referente al nuevo futuro de los viejecillos, ya
no estorban en casa, las familias reclaman a sus ancianos y los devuelven a sus
hogares, para amarlos, quererlos y darle
el amor que necesitan, aunque también para quedarse con la pensioncilla la cual
religiosamente pagaban al asilo donde los tenían olvidados y asi alimentarse
ellos, ya que la mayoría de las familias tiene algún miembro en paro y el
dinero que tienen lo necesitan.
- Pero eso está muy bien señora.
- No tan bien, caballero.
- ¿ Y eso ?.
- Los sacan del asilo y los sientan delante
de la televisión y allí quietecitos y sin dar guerra.
2. Hasta donde debo de aguantar.
Hoy he atendido a un cliente y la desesperación
era latente en su mirada, aquella clienta que el anterior año me recibía con
una sonrisa hoy estaba algo más que triste, era agonía.
- Ya no sé si hacerlo otra vez
- ¿ y eso ?.
- No veo el momento para cerrar.
- Habrá que aguantar, seguro que esto pasa.
- Pero hasta cuando, Pedro si ya llevo 5 años
aguantando
- ¿ Y luego que vas a hacer ?.
- Solo me falta poner mi casa en mi negocio y
por ahí no paso.
- Tu veras.
- Llevo poniendo todo lo que tengo en este
trabajo y ya no me queda dinero en el banco, las clientas no entran y no sé qué
hacer, si lo último es poner mi piso en él, como estoy sola lo dejare y ya está.
Comentario fuera del momento:
El gobierno no
hace más que decirnos que las cosas van cada día mejor, pero lo que yo veo en
las calles es desesperación, cada vez hay más locales cerrados, y la gente aguanta
como esta señora con uñas y dientes, pero hasta cuando, cual es la fecha limite
donde las cosas deben de cambiar e ir medianamente bien, nadie lo sabe y
mientras tanto el gobierno y los políticos no hacen nada más que hundir lo poco
que queda de España.
3. Momento taekondista
Esta tarde he podido llegar media hora antes
de que Héctor terminara el taekwondo, al
principio estuve mirándole durante mucho tiempo, pero como me estoy haciendo
mayor y rondo ya los 37 y medio, la vista está cansada y sobre todo después de
trabajar, asi que me dolía la cabeza de tanto ver lo que hacían y encima me
estaba relajando y me estaba entrando un sueño tremendo.
- ¡ Mama, escribo melocotón !, ( dijo una
niña a su mama, sentada al lado mío )
- No cariño, que es muy grande, mejor
escribes sol que es mas pequeñita.
Hasta en eso son vagos los padres que
maleducan a sus hijos.
- Si quiere se lo escribo yo.
Como la madre no dijo nada, cogí el boli del
trabajo, que siempre llevo encima por lo que pueda pasar y en la súper libreta
de la niña, escribo melocotón.
- ¡ Mira
mama, ya sé escribir melocotón !
La madre como si oye misa.
- ¿ Ahora qué quieres que te ponga ?, (
viendo la indiferencia de su madre ).
Las siguientes palabras no me acuerdo, pero fue
muy gratificante ver como la niña atendía continuamente y por cada palabra que escribía
encima le hice un dibujo, con lo cual el rato largo que esperé a Héctor, se me
hizo tan cortito, que volvería a repetirlo.
Es demasiado fácil hacer crecer a las
personas diminutas que nos rodean solo es querer y ver que aparte del móvil que
tenemos colgado, también tenemos unos hijos que piden crecer.
JOSE PEDRO PORRAS.
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