10 octubre, 2013

MI PRIMER ENCIERRO CON HECTOR




  Eran las fiestas en el pueblo de al lado del chalet y como no íbamos a ir, lo primero los hinchables y luego los encierros.

  Los hinchables era tarea muy fácil, pero lo de los encierros para mi gusto no son, lo veo una cosa absurda, de cómo unos pobres toros, son lanzados a unas calles y después personas echas y derechas se ponen en medio para evitar que les pillen, aunque a veces ocurre lo contrario y en un momento se estropea toda su vida, el mundo está lleno de imbéciles que se ponen delante de un toro, pensando que no les va a pasar nada y luego las desgracias ocurren aunque no las provoquemos.

  Asi que me tenéis, en medio de un encierro, buscando el lugar más propicio para perder el tiempo y ver a los toros pasar, cuando de repente me encuentro con los cajones donde encierran a estos pobres animales, muertecitos de miedo esperando que se yo, una salvajada. Me subo con Héctor por la parte derecha de ellos, y encima por un agujerito aparece un morro del animal, el cual tocamos

                      - ¡ anda, ya hemos tocado al torito!  ¿ Verdad Héctor ?.

  El niño todo contento y yo mas, ya habíamos pasado la zona critica y nos encontramos por detrás de los toros, y se supone que para atrás no corren.

  En el momento que mas disfrutaba de este pensamiento, se me ilumina el alma y se me abre el camino. Un bar. Un bar justo detrás de los cajones y seguro que se ven desde allí, pues había mucha gente que aguardaba que salieran los toros. Asi que allí me tenéis a mí con el niño, entrando en el bar a ver el encierro, consigo sitio al lado del cristal y

-      Por favor una cervecita

-      No te preocupes, papa, que yo te la traigo

-      Pídete una naranja Héctor, con una patatas fritas, que desde aquí se ven de maravilla.

  No sé si será el mejor encierro que Héctor vera, pero es el encierro que más he disfrutado yo y encima al lado de él.

  Allí vimos durante una hora y media como salían los pobres animales y hasta uno nos miro cara a cara, y pude observar como el terror brillaba en sus ojos, ya me gustaría ver a los valientes que le esperan en el callejón, por una vez en su puesto, a ver si son tan valientes y corren tanto.

 

Luego le contamos nuestra hazaña a Toñi y para nada la entendió como nosotros, lo cual demostró al día siguiente, mientras nos tuvo nuevamente durante otra hora y media detrás de unos barrotes metálicos, esperando ver pasar los cabestros para arriba, los cabestros para abajo, el torero para arriba, el torero para abajo, la gente para arriba, la gente para abajo, y al final 3 toros corriendo durante un minuto delante de nosotros y luego para casa.

  Aunque se me olvidaba lo más gracioso, las moscas, el sol que quemaba, la interminable sed una vez que nos bebimos el litro y medio de agua y encima unas ganas terribles de hacer pis.

  Toros para arriba, toros para abajo.

 

  JOSE PEDRO PORRAS

 


 

Recuerdos a mi hermana, que no paraba de cantar estas canciones en el Renault de mi madre. Un beso.

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