Eran las fiestas en el pueblo de al lado del
chalet y como no íbamos a ir, lo primero los hinchables y luego los encierros.
Los hinchables era tarea muy fácil, pero lo
de los encierros para mi gusto no son, lo veo una cosa absurda, de cómo unos
pobres toros, son lanzados a unas calles y después personas echas y derechas se
ponen en medio para evitar que les pillen, aunque a veces ocurre lo contrario y
en un momento se estropea toda su vida, el mundo está lleno de imbéciles que se
ponen delante de un toro, pensando que no les va a pasar nada y luego las
desgracias ocurren aunque no las provoquemos.
Asi que me tenéis, en medio de un encierro,
buscando el lugar más propicio para perder el tiempo y ver a los toros pasar,
cuando de repente me encuentro con los cajones donde encierran a estos pobres
animales, muertecitos de miedo esperando que se yo, una salvajada. Me subo con Héctor
por la parte derecha de ellos, y encima por un agujerito aparece un morro del
animal, el cual tocamos
-
¡ anda, ya hemos tocado al torito! ¿
Verdad Héctor ?.
El niño todo contento y yo mas, ya habíamos pasado
la zona critica y nos encontramos por detrás de los toros, y se supone que para
atrás no corren.
En el momento que mas disfrutaba de este
pensamiento, se me ilumina el alma y se me abre el camino. Un bar. Un bar justo
detrás de los cajones y seguro que se ven desde allí, pues había mucha gente
que aguardaba que salieran los toros. Asi que allí me tenéis a mí con el niño,
entrando en el bar a ver el encierro, consigo sitio al lado del cristal y
- Por favor una cervecita
- No te preocupes, papa, que yo te la traigo
- Pídete una naranja Héctor, con una patatas
fritas, que desde aquí se ven de maravilla.
No sé si será el mejor encierro que Héctor
vera, pero es el encierro que más he disfrutado yo y encima al lado de él.
Allí vimos durante una hora y media como salían
los pobres animales y hasta uno nos miro cara a cara, y pude observar como el
terror brillaba en sus ojos, ya me gustaría ver a los valientes que le esperan
en el callejón, por una vez en su puesto, a ver si son tan valientes y corren
tanto.
Luego le contamos
nuestra hazaña a Toñi y para nada la entendió como nosotros, lo cual demostró al
día siguiente, mientras nos tuvo nuevamente durante otra hora y media detrás de
unos barrotes metálicos, esperando ver pasar los cabestros para arriba, los
cabestros para abajo, el torero para arriba, el torero para abajo, la gente
para arriba, la gente para abajo, y al final 3 toros corriendo durante un
minuto delante de nosotros y luego para casa.
Aunque se me olvidaba lo más gracioso, las
moscas, el sol que quemaba, la interminable sed una vez que nos bebimos el
litro y medio de agua y encima unas ganas terribles de hacer pis.
Toros para arriba, toros para abajo.
JOSE PEDRO PORRAS
Recuerdos a mi
hermana, que no paraba de cantar estas canciones en el Renault de mi madre. Un
beso.
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