Recordando ese frio que abre ahora mis manos
Sonriendo a cada paso entre sus verdes hojas.
Rígidos los pies, atorados por el recio amanecer
Miro callado entre la distancia de nuestro tiempo
Me saltan las lágrimas, de volver a recordarte.
Sabedor de mis andanzas, silencios de mis porqués.
Huelen tus manos a mil recuerdos.
Las verdes aceitunas caen vivas a este vacío cubo oxidado.
Se alzan las ramas, algo caídas por su peso.
Pendientes de que recojamos su fruto divino.
Se arrancan entre mis dedos de cuarentaitantos.
Cuando a tu lado solo eran menos de veintiocho.
Vuelvo a recordar tus dedos callosos, agarrados a los míos
Vuelvo a oler tus oscuros cabellos, enredados por el tiempo
Vuelvo a verte tan cerca abuelo, que aún de mi lado no te has ido.
Se untan mis manos con recuerdos del ayer, que delicioso perderse.
Verdes aceitosos de olivas verdes,
Verdes recuerdos de no tenerte.
Huelen mis manos a esa tierra que nunca olvidaré.
Se gira mi cabeza, para seguir queriéndote.
Ahora es mi hijo el que por debajo de mí, coge las olivas verdes.
Sin querer el tiempo gira sobre sí mismo, padre, hijo, abuelo y nieto.
Unidos sin pensarlo por esa tierra de siempre.
Tierra que si cuidamos, siempre nos tiene presente.
Ahora perdido en mi habitación vuelvo a mirar mis manos
Cansadas de recoger mis olivas verdes
Vuelvo a sonreír y creo y quiero volver a verte
Abuelo.
JOSE PEDRO PORRAS.
Esta mañana, tuve el gusto de recoger las olivas verdes del único olivo de mi chalet e inundado con el olor de la aceituna, me volvieron los recuerdos tan vivos de mi abuelo, y allí perdido en mil momentos con mis manos impregnadas con ese olor tan vivo del recuerdo y del ayer, lloré cual niño y sentí a mi abuelo tan cerca otra vez que aún ahora que ha pasado tan poco tiempo desde que te fuiste, te echo de menos.
Un abrazo, abuelo
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