Judías, que ricas están esas judías, hechas
con tanto amor y acompañadas de esa sidrita recién escanciada. Después una
buena charla, esa charla de dos buenos amigos que hacen tanto tiempo que no se
ven.
Las horas parecen minutos y aunque hace
tiempo que salimos del restaurante para acomodarnos en un bar pequeñito de mi
barrio, pues allí la cerveza es más barata.
- Un apretón, que me da un apretón de los
buenos.
- Tranquilo que no me muevo hasta que no
salgas.
- Va a ser un momentito.
Salgo disparado hacia el servicio de este
pequeño bar, el cual tienen aún mas chiquitito el urinario, y encima con puerta
compartida y lavabo.
- “ Ay que me cago “, “ ay que no puedo más “,
Entro en el servicio apretándome la tripa y
casi sin respiración, cuando sale de mi Eso, no podríamos definirlo de otra
manera, Eso, esa expansión de aire comprimido en mi estomago de manera tal que
casi podríamos decir que rebota. Asustadito me quedé; más aún cuando oigo en la
puerta:
- ¿ José Pedro, te ha pasado algo ?.
- Na, un aire.
- Miedo me metes, condenado. A mí y al chico
de la barra.
Nuevamente Eso, sale de mí, es mas diría yo
que se apodera del servicio y de mi respiración.
- ¡ Qué entro !, oye di algo, que entro.
- Sal, por lo que más quieras, sal que la muerte
se acerca.
- Joder, joder, joder, vaya peste. Me piro.
En la soledad del servicio y apestado por Eso
que ha salido de mi, creo marearme, pero poco a poco el cuerpo se apodera de
mis sentidos y ya no huele tanto, después de soltar lo que llevo tan adentro,
logro salir.
Pero he aquí, que el vacio del bar me resulta
extraño, la gente había desaparecido y solo quedaban ante mis ojos atónitos el resplandor
de las maquinas tragaperras.
Miro para un lado y para el otro y al final
de la barra como tapado ante tantas cervezas veo a mi amigo del alma, que me
llama con su mano.
- Esta vivo, mirad como está vivo. Todos creíamos
que habías sucumbido ante ese ataque bacteriológico.
Escondido detrás de la barra, veo a mi amigo
y rodeado por el dueño del bar y de la cocinera, que son los únicos que no
pudieron abandonar el local.
- ¡ Esta
vivo, pero yo lo voy a matar !, ( decía el
dueño del bar, mientras mi amigo le sujetaba, riéndose una y otra vez ).
Gracias por estos momentos. Un abrazo.
JOSE PEDRO PORRAS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario