El viento soplaba detrás de sus orejas,
cuando un estallido quebró su tejado, nadie se lo creía y en su pequeño mundo
nadie le dijo que aquello podia pasar, agarrado a su madre y con la fría lluvia
mojándole la cara salió a la calle.
Los ojos se le abrieron para soltar mil
lagrimas sabiendo que no era hora de llorar, su hermana mayor, tiritaba de frio
mientras sujetaba firmemente su mano.
- Noa, no te sueltes, por lo que más quieras
no te sueltes de mi mano. ( dijo su hermana gritándole lo mas que pudo ).
Noa inclino la cabeza aunque las gotas de
lluvia lo enturbiaban todo. Veía los arboles volar, los oídos estaban
entaponados y nadie la decía nada, ahí seguía ella agarrada a la falda de madre
e incrustada en la mano de su hermana, cuando otro grito de otro vecino
resonaba en aquel estruendo.
La casa de su amigo José, salía volando por
los aires, mientras sus pequeños ojos se abrían como platos, buscándolo por la
calle abarrotada de cosas que salían para todos los lados disparadas.
- Corre Noa, corre lo más rápidamente que
puedas ( le grito su madre )
Y allí agarradas las dos, corrían calle abajo
o mejor dicho se dejaban llevar por ese terrible viento que estaba levantando
todo su pueblo.
- ( ¡ correr !, ¿ hacia dónde ?), si todo estaba
revuelto, no tenían donde esconderse.
Su hermana sujetó nuevamente la mano y
decidieron esconderse detrás del árbol de su colegio. Colegio que también volaba por los aires, y allí
quedaron las dos agarradas a ese árbol centenario que tantas mañanas les había
visto jugar.
El agua, esa agua persistente se metía en su frágil
cuerpo y tapándose los oídos con la mano de su hermana, permaneció agachada y
en silencio.
Silencio, eso era lo que ahora sentía,
silencio.
- ¡¡¡¡
Mama, mama, mama !!!
Pero era el mismo silencio el que le respondía,
a sus pequeños gritos.
Su hermana agarrada a su mano ahora
ensangrentada no decía nada, solo estaba mirando su pueblo arrasado por
aquello, ese terrible viento que se había llevado todo.
Asi permanecieron muchísimo tiempo, las dos
temblando de frio y envueltas en silencio. Sus pies entumecidos por la humedad,
les gritaban que se movieran que tenían que irse de allí.
- ¡¡¡¡ Mama, mama, mama !!!, ( gritaba una y otra vez Noa ), pero solo el
silencio recibía.
Los ojos, esos frio ojos clavados en la nada,
las tenían paralizadas, pero un pie se echo a andar, buscando que se yo y el
otro le siguió. Detrás de sus pequeños pies
la seguía su hermana, sin un sitio donde ir, sin querer mirar al suelo para no
ver más personas sepultadas por los escombros.
Sus pequeñas voces se hicieron también silencio
de tanto gritar Mama, y la noche apareció
en aquella inmensidad de destrucción.
- Tengo sed, hermana.
- Y yo hambre.
Mientras sus pies descalzos y mojados, ya
empezaban a doler y allí en una piedra al borde del camino se sentaron
esperando algo, esperando a alguien que les diera de beber o de comer.
Este pequeño
relato es lo que se me ha pasado por la cabeza después de ver la destrucción de
este tifón y como nuevamente se hace mella en las personas más miserables, otro
infierno dentro de este planeta llamado Tierra, mientras los medios lo
silencian para que el hormiguero no se revuelva y no nos demos cuenta del ínfimo
valor de nuestras vida.
JOSE PEDRO PORRAS, muy triste.
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