Este día ha sido realmente complicado, pero dentro de su enredo sean dado situaciones muy cómicas, espero que las parecéis. Un saludo. Por cierto ya tengo móvil y el ordenador mío se ha estropeado y estoy esta semana con el de la niña, menos mal que hay solución.
El día empezó muy deprisa y después de escuchar que todo va a cambiar cuando España, se dé cuenta de que con el otro gobierno íbamos mucho mejor, se me alegró el corazón (acaso este gobierno, o ninguno otro se preocupa por la gente que los ha votado una vez elegidos, utopía de democracia).
A primera hora tuve que atender una comunidad, y el ascensor que utilizan es de sistema antiguo, en vez de tirado por un mecanismo, es por caídas de poleas, lo que hace que este vaya más despacio y parezca que en cualquier momento se vaya a parar de lo pasado que esta, seguramente si mi niña se montara en él, decidiría bajarse enseguida.
Heme aquí con el ascensor casi lleno con más de 50 kilos de peso, cuando una señora decide entrar.
- Pase, pase, que hay sitio. (dije con algo de sorna).
- ¡ Pero si está muy lleno ¡
- No pasa nada, a que piso va.
- Al cuatro ¿y usted?
- Un poco más arriba.
El ascensor se empieza a mover y sin que la señora se diera cuenta empiezo yo a mover las piernas ligeramente.
- ¡ Esto se mueve ! ( le digo yo a la señora )
- ¡Hay, no me diga eso!
- Pero solo un poco (sigo moviendo las piernas disimuladamente).
- A ver si se va a quedar parado.
- No se señora, pero va muy cargado (mirando fijamente el peso de mi trabajo).
- ¿usted cree que vamos demasiado pesados?, esta vieja máquina no sé si aguantará.
- Pues no se (sigo moviendo las piernas), 50 kilos, 113 míos, el carro de la compra y lo que pese usted, con perdón, y aquí hay un cartel en el cual dice que no se puede superar los 300 kilos.
- Justitos vamos, me va a dar algo.
- Tranquila señora, que seguro que llegamos, (con la cara más seria y poniendo cara de agonía como la propia señora) (¡ah! y sigo moviendo las piernas).
- Esto va muy lento.
- Si, por cierto antes iba más deprisa.
- No me diga eso, que me empieza a entrar sofocos.
- Seguro que llegamos, este ascensor puede.
- Es muy viejo el pobre, hace tiempo lo debían de haber cambiado.
- Tanto ahorrar, tanto ahorrar, y claro luego vienen los problemas (sigo moviendo las piernas).
- Hay que me da.
- Relájese que solo queda un piso. Ya llegamos. Seguro que podemos
- Esto no para de moverse.
Por fin después de un tiempo que a mí mismo se me hizo muy lento, pudimos llegar a su piso.
- Ya está, y usted tranquila señora. ( cabronzete que es uno ).
Otra me ha ocurrido a la hora de comer.
Resulta que no tenía ni tiempo para comer en casa y eso que estaba cerca, pero si iba para vallekas, no llegaría al cliente de las 15:30 y eso era lo más importante, así que decido entrar en un bar, el cual ponía en la carta que el menú lo tenía a 7,5 un par de euros más caro que comer en el Mac Donald, así que dando pie a lo que yo pienso decido entrar en ese restaurante, y me siento enfrente de la tele, pues es muy triste comer solo.
La verdad que por 7,5 no se podía esperar gran cosa, pero un triste plato de arroz con un poquito de verdura y ese filete seco, que en la carta ponía entrecot y encima me lo creí, era realmente difícil de asumir. Lo peor de todo fue esas terribles patatas congeladas, tan grandes y que llenaban todo el plato. En esos momentos es la terrible decisión, si después de comerte el filete tipo folio me he quedado con hambre, o me como las patatas o mejor no haber ni entrado, así que me armo de valor y me dirijo a la señorita extrajera la cual muy femenina ella se dirige hacia mí y:
- Por favor me trae un poquito de kétchup.
- Claro cariño.
Que maja la señorita, algo es algo.
Me pongo a comer las deliciosas patadas, mojadas con tomate y acompañadas por el resto de pan, cuando en la última patata (siempre en la última, no iba a ser de otra manera) la patata empapada de kétchup se lanza hacia mi jersey, justo cuando había terminado, dejándome una preciosa mancha adornando mi tripa, y encima tengo una entrevista a las 15.30.
Se dirige hacia mí la señorita femenina.
- ¡huy por Dios como se ha puesto, mi cariño!
- ¿y ahora qué hago?
- Échese la casera que seguro que sale, pruebe (recogiendo las servilletas de papel de la mesa colindante).
- Vamos señorita, ni que fuera la Coca Cola.
- Anda pruebe, pruebe. (meneando las caderas).
Empiezo a restregar la casera por mi jersey, veo que eso tiene cada vez peor aspecto, decido echar más casera y restregar con más fuerza, lo que provoca un gran charco de casera y miles de bolitas de papel por todo el jersey, un espectáculo.
- El señor va a tomar postre o café.
Cualquiera se toma un café, después lo mal que he comido.
- Un café, por favor.
Viene la señorita con el café, aguado, ese tanque de café americano, asqueroso, que ni sabía ni a café ni a nada. Pero la cosa no termina aquí, la señorita femenina, me da la cuenta, y por asombroso que pareciera no eran 7,5 sino 9,5.
- Señorita, porque son 9,5
- Por comer dentro, en vez de fuera.
Sin comentarios, porque encima llego tarde.
Pero el día, no termina aquí, hoy por fin me han daban el móvil y claro esta les iba a preguntar la garantía que tenía a partir de ahora, pues si le pregunto qué tal ha ido la operación me va a decir que bien.
- Por favor, le puedo hacer una pregunta, fácil
- Señor.
- A partir de este arreglo, que garantía tiene el móvil
- Pues tiene dos meses sobre la pieza cambiada y dos años desde la compra del móvil.
Como dice mi niña, (- papa, no insistas, si los móviles solo duran dos años, lo hacen para que sigamos comprando y comprando).
Una lista mi niña.
Maldita sociedad de consumo.
JOSE PEDRO PORRAS.
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