02 enero, 2014

PEDRO, UNA HISTORIA DE AMOR.





Como cada día el titiritero montaba con mucha ilusión su pequeño teatro sobre la plaza del pueblo.
- en un lado las princesas, en este los dragones, en este otro mi amigo polichinela.
- De amigo nada, acaso tú has dormido en esta caja todo el día.
- Tranquilo Polichinela, que todavía no hemos ni empezado y ya estas discutiendo.
- ¡ No, si todavía me dejaras ahí tirado !
- Será solo un rato, y cuida de los demás que se porten bien.
- No me dejes al lado del lobo que siempre tiene muy mal genio
- Haber el señor lobo, ¿ Se va a portar usted bien ?.
- ¿ Yo ?, Como siempre jefe.
- Menos jefe y mas estar en su sitio.
- Puf, Puf, PUF.
- Requeté puf, a ver todos en silencio que los niños ya empiezan a llegar.

Miles de risas invadían la plaza del pueblo, mientras, Pedro el titiritero terminaba de poner todo en su sitio.
- No sé de qué voy a hacer la obra esta mañana.
- De princesas. ¡ Que llevas mucho tiempo sin hacer ninguna!.
- No, que no y que no, que luego solo es ella la protagonista y los demás siempre corriendo detrás de ella.
- Jo, que asquito, siempre sale el niño travieso y no luzco mi bella melena.
- tranquila Elenita, que haré una obra solo para ti
- ¿ Cuándo, jefe, cuando ?.
- Pronto Elenita, y vosotros rápido cada uno a su sitio, que los niños están muy impacientes.
- Haremos una de risa, que les encantan y según están las cosas, necesitan reír, el Mundo necesita reír.

 Sin darse cuenta Pedro había ido subiendo la voz, mientras un montón de niños, aplaudían impacientes detrás del telón.
- Jo, jo, jo, pero que de niños han venido hoy. ( Mientras asomaba la cabeza de su Polichinela por la cortina).
- Haber, uno, dos, tres, veintisiseismil docenas de niños.

  La función acababa de empezar y por la mente de Pedro empezó a surgir la historia, una nueva historia, pues dentro de su cabeza tenía miles de ellas, solo tenía que dejar volar la imaginación y sus amigos las marionetas se encargaban de hacer el resto, unos corrían, otros se burlaban, otros se querían y la historia cobraba vida ante los ojos risueños de un montón de niños que con sus vocecitas se encargaban de enganchar al titiritero en un nuevo sueño.

  Pero esta mañana algo muy diferente ocurrió en la plaza del pueblo, o quizás un poco más lejos de ella.
  Una música deliciosa llegó a los oídos de Pedro y llevo la nueva historia por otros caminos que no fueron la risa.
  Apareció una princesa que cantaba, le siguió un dragón que la quería comer y después un caballero que dio la vida por ella.
  Pedro no controlaba ahora la historia como otras veces, sino esa música de violonchelo iba poco a poco metiéndose en su historia y en su mundo.
  Los niños empezaron a gritar:
- ¡ Viva, hurra, bien por el titiritero !.
- Otra, otra, otra.
  La historia había sido preciosa, pero no sabía que había ocurrido, simplemente la música había adoptado sus versos y los versos habían encadenado una preciosa historia de amor donde la princesa había acabado llorando, pues su caballero de siempre había muerto por amor.
  Después de una lucha encarnizada con el terrible dragón, después de mucho recorrer el teatro, que si te mato o no te mato, sufrió nuestro caballero un terrible percance y el dragón acabó de un zarpazo con su vida.
  Elenita, a la cual el caballero siempre le había acompañado en mil y una historias, no era capaz de aceptar como había ocurrido
- ¡ Pedro, que es lo que has hecho, !, has dejado morir a Sir Juan.
- Elenita, no sé como ha ocurrido.
- Si no lo sabes tú, que eres el titiritero ¿ Quien si no ?,      
Mientras lloraba amargamente al lado de Juan.
- Juan, despierta, que todo ha sido un sueño, que Pedro no querías que murieras.
  Pero ya era tarde, la función había acabado, los niños después de echarle las moneditas de sus pequeñas manos, se habían ido ya para casa y ya no había solución. Sir Juan había acabado muerto bajo las garras del dragón el cual, aunque no os lo creáis también lloraba sentado en un cajón.
- Alguna vez, tenias que ganar tu. ( le dijo el lobo como dándole ánimos ).
- Pero no así, lobito, yo ya estaba acostumbrado a morir, pero el pobre Sir Juan,  no,  ( llorando una y otra vez ).
  Pedro intentó calmar la situación y ayudado por su amigo Polichinela, recogió uno a uno a sus títeres, no sin antes darles un beso de buenas noches.
- ¿ Que ha pasado ?
- Esa música es que no la escuchas.
- ¿ Y ?.
- Me ha llegado al corazón, y no he sido yo el que mató al pobre Juan.
-  ¿ Lo arreglaras ?.
- pero ya no será lo mismo.
- Y el violonchelista,  ¿ no vas a ir a verlo ?.
- ¿ Para ?.
- pues para que va a ser, para conócelo y decirle todo lo que ha ocasionado con su música.

  Bajo despacito las escaleras del anfiteatro y escondido detrás de su amigo polichinela, se acerco tímidamente hacia donde venia aquella preciosa música, la cual había hecho mella en su corazón sin el quererlo.
  Cerró los ojos, justo en el momento de llegar a ese callejón, y cuando los abrió no se lo podía creer, frente a él se encontraba la persona más maravillosa que habían nunca contemplado sus ojos.
  Se quedó allí, de pie, petrificado, sujetando en su manos a su marioneta, no sabría decirte cuanto tiempo pasó, pero después que a nuestro polichinela les doliera los brazos de estar colgado, por fin la música se paro.
-      ¿ No vas a echar una moneda ?.
-      ¿ Una moneda ?.
-      Pues claro, llevas tanto tiempo ahí, que algo me tendrías que echar no.
  Pedro despertó de su ensimismamiento y raspó un bolsillo, el cual había ganado con su última función y deposito una moneda, luego otra y luego otra.
  Se quedó allí prendido durante un infinito, mientras la violonchelista tocaba y tocaba, se sentó en un huequecito de la calle y con los ojos como platos la estuvo mirando y mirando, mientras ella no dejaba de tocar. No sabría como contarte la plenitud que le lleno el corazón durante ese tiempo, pero cuando la violonchelista se detuvo un momento como para irse, el Mundo se paró.
-      No te vayas.
-      ¿ Porque ?.
-      Sigue tocando para mí.
-      ¿ Y quién eres tú, que me has estado observando durante todo este tiempo?.
-      Pedro, el titiritero.
  Pedro, se echo las manos a la cabeza y cerro la boca hasta hacerse daño, la violonchelista era ciega, durante todo el tiempo que él se había tirado en la calle, esperando que ella la viera, deteniendo el paso de las horas, sintiendo aquel amor por el arte que de sus cuerdas emanaba, no se dio cuenta que la señorita era ciega, no había podido observar que se había quedado prendida de ella nada más verla.
-      Pero dile algo, Pedro, que se nos escapa ( dijo el polichinela ).
-      ¿ Quién ha hablado ?, acaso hay más personas al lado tuyo.
-      Sí, mi amigo el polichinela.
-      Pero si no huele.
-      Como va a oler, si es un muñeco.
-      Mas respeto Pedro, mas respeto.
-      Calla, Polichinela, que va a pensar que estamos locos.
  La violonchelista, la triste violonchelista, rio, y en aquel invierno frio y destructivo, fue como el renacer de la primavera, en sus labios se dibujo una sonrisa y amarrado a ella, Pedro vio como si miles de flores brotaran de su boca.
-      Acercaros, que no como
-      Le da vergüenza ( dijo polichinela ).
-      Calla, pesado.
-      Dame la mano, para que sepas como eres, ya llevo tiempo sintiéndote, pero me falta sentirte.
  Pedro alargo su mano y la violonchelista abrió sus dedos, dejando el pequeño corazón de Pedro contraído en un puño.
  Esa piel, amarró su consciencia y sintió como si su vida ya no fuera la suya, sus pensamientos quedaron vanos y por mucho que tiro de él Polichinela, no pudo contrarrestar el hechizo del amor, y asi se quedaron los dos, no me acuerdo si fue un instante o una eternidad, pero ella confió en él y él en ella, su música fueron sus sueños y los sueños de Pedro fue la inspiración de su música.

  La vida se unió bajando las escaleras, y por fin nuestro titiritero conoció el amor.

                                   FIN.

TAMBIEN SE ME OCURRIO OTRO FIN, PERO ESTE ES MAS MACABRO:

  Pedro alargo la mano para tocar la fría mano de la violonchelista que durante todo ese tiempo la había cautivado, un frio intenso invadió la calidez de la suya y poco a poco como cuchillos helados, vio como sus venas se escarchaban, como su corazón enamorado de una ciega que ni veía ni sentía, se paralizaba y por mucho que su amigo Polichinela tiro de él, no le pudo sacar de este hechizo, el pobre polichinela tiraba y tiraba, pero los ojos enamorados de Pedro, no se abrieron para ver la realidad, y cuando su cuerpo cayó derrotado encima de la húmeda calle, también cayó junto a él, no sin antes derramar la última de sus lagrimas.

                            FIN.

La vida siempre puede tener el final que nosotros queramos, solo tenemos que saber cual final debemos coger. Los amigos están para eso, para ser amigos y saber escucharlos.

      JOSE PEDRO PORRAS.

  Esta obra la realice casi íntegramente durante el último dia del 2013, en mi móvil, tecla a tecla, sentimiento a sentimiento.
  Difícil de describir todo lo que pude sentir durante aquellos interminables momentos.



  

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