14 octubre, 2015

SIN MILAGROS EN LA CASA DE DIOS



  Llevo algún tiempo sin escribir, pero eso no significa que deje de pensar.

Me he encontrado con un libro que ha caído en mis manos y lo estoy disfrutando como nunca, así que el poco tiempo que tengo para poder escribir, lo estoy dedicando a la lectura (que nunca viene mal ¿No?).
  El libro en cuestión es el Ultimo Pasajero de Manuel Loureiro. Por si a alguien le apetece pasar un buen rato de miedo, (lo cogí en la biblioteca municipal).

  El caso que esta mañana he estado entregando una parroquia de las importantes, situada en medio de Madrid, llegue como siempre con el tiempo justito y corriendo, pero me encontré con una situación extravagante que paso aquí a contar.

  Metí la furgoneta en medio de la parroquia y justo enfrente mía había una mujer de más o menos mi edad, con una cara triste que tiraba para atrás.
  Le dije los buenos días y unos buenos días secos tuve.
  ¿Se le habrá muerto algún pariente?, pensé.
  Pero nada más lejos de la realidad, pues resulta que después de entregar todos los extintores de la parroquia, justo cuando iba a salir, vino una mujer muy altiva que se dirigió hacia la señora (extranjera).
  Yo en este caso me hice un poco el remolón, pues la cara de esa mujer era una tristeza en sí.
  La señora altiva era de Caritas Madrid y la señora un inmigrante que se había quedado sin trabajo y necesitaba trabajar.
  Le enseñó los papeles a esta y la señora altiva, no se le ocurre nada más que decir en la puerta de la iglesia:
-      ¡Los milagros no existen! ¡Eh!.
(la cara de tristeza que se le puso a la señora), hasta yo avergonzado tuve que mirar al suelo.
  Mira que yo no soy milagrero ni nada de eso, pero como se debe de sentir la pobre inmigrante que va a buscar ayuda a la puerta de la Casa de Dios y se encuentra con esta estúpida que dice que los milagros no existen.
  Lo que no debería de existir es esta desigualdad social tan grande que se está creando, ni tanta gentuza que vive del cuento.

                     José Pedro Porras Cano.


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