31 enero, 2015

VOLANDO

Sosegada, pausada, delicadamente
Caen las ultimas hojas del los arboles de enfrente
Danzarinas, bailadoras del viento.
Mis ojos se llenan de recuerdos.

Intervalo de tiempo donde me agarro y me pierdo
Fragancias de niño que llevo aún adentro.
Tus manos sujetándome y yo falto de miedo.
-      ¡Quieto, José Pedro, quieto!

Mientras una ráfaga de aire, me lleva muy lejos.
Veo tu risa distante, la misma que me acompaña siempre.
Tengo un mundo como hoja, tengo poco tiempo y eso importa.
Corrientes de aire, que me sacuden la frente.

¿Importa mi viaje?
Nunca sé cómo prepararme.
Me pongo el traje dorado, o el de otoño calcinado.
Extiendo mis pequeñas alas y me dejo llevar

Otras hojas como yo, salieron antes  seguro que ellas sabrán
Sabrán de montes, de laderas y de valles.
Sabrán de ríos, riachuelos y cauces.
Sabrán guiarme en esta vida tan llena de baches.

Me rio, sintiéndome libre.
Una tímida hoja agarra mi mano.
Es más fácil volar de dos en dos.
El viento nos susurra palabras de enamorado.

El Sol deslumbrante enturbia mis sentidos.
Emborracen la distancia, mientras giro y giro.
Chocolateado pierdo el ritmo de las otras hojas.
Pienso, me acurruco en un espacio invisible.

Mientras el Mundo pasa, cae a mi lado.
La que cogió un día mi mano, ahora la abandona
Caigo.
Caigo en un sueño dorado, lleno de conchas ensangrentadas

Donde mis venas se volvieron rojas
Y mis ganas las callaron
Enmudezco, mientras la droga recorre mi cuerpo.
Callo, con un grito atronador,

Reviento por dentro, me agito.
Huracán de los mil sentidos, donde nada veo ni siento.
Vendaval de dejarme caer, ¡Reviento!
Dejadme en paz, mientras mi cuerpo vuelve a posición fetal

Dejadme, llorar.
La perdida de mi amada hoja, me revienta por dentro.
Me acuerdo de sus ojos mientras mi cuerpo se pudre.
Me caigo en el suelo, cual hoja otoñal en invierno.

Cierro los ojos a cualquier sufrimiento.
Gracias, Droga, gracias a ti no muero
Mientras mi cuerpo se descompone yerto.
Rodeada de otras hojas, que también sufrieron.

Quiero escapar de este traje Otoñal que tanto aprieta.
Quiero volver a correr, a gritar, a sentir.
-      ¡ Madreeeee………!
Un grito espectral sale de mi podrida garganta.

Un silencio mortuorio se apodera de la sala.
Mientras la puerta de mi habitación se abre de golpe
Los curanderos me rodean,
Vierten en mí su droga cultivada.

Mi cuerpo se agita, se encabrita, se encrispa.
Se suceden multitud de imágenes en mi cerebro.
Mientras grito una y otra vez tu nombre.
Esperanza.

Será ese tu nombre de guerra.
Será eso lo último que me queda.
Será ese el motivo de encontrarme aquí.
Encadenado en este frio traje gris Otoñal.

Los médicos me sujetan y mi cuerpo vuelve a bajar de las nubes
Se deja delicadamente acurrucar por unas manos dulces.
Abro los ojos y muy al fondo de mi consciencia veo tu sonrisa.
Madre.

El frio se apodera de mí ser.
Cierro los ojos, para no volverte a ver.
Me agarras la mano, como cuando lo hacías de niño.
Cálida mano ahora llena de arrugas.

-      No pasa nada, mi amor, no pasa nada.
Mientras el flexo de la habitación se vuelve a clavar en mí, como una daga.
Sonrió.
Es el momento en el cual tú descansas.

Duermo y no tirito, se que tú me guardas.
Pasa la noche como dentelladas.
Y al despertar no recuerdo ya nada.
Vuelven a meterme veneno en mis venas.

Ahora ya desangradas.
Goteo incansable, que me lleva a olvidarte y a olvidarme.
Goteo controlable, que  llena de mierda mi cuerpo.
Goteo

Quizás en vez de hoja,
Sea ahora una simple gota envenenada.
Veneno para matar recuerdos.
Esperanza, maldita palabra tallada en fuego.

Como gota danzarina, me quedo quieto.
Como pequeña gotita, de tus manos resbalo.
-      ¡Madre!, recógeme del suelo que caigo.
Tu sonrisa alumbra mi camino, como gotita estrellada.

Agarras fuertemente mi mano mojada.
Guardando en tu mente, la última esperanza.
-      ¡Madre!, no digas, ni pienses esa palabra envenenada.
-      Que me estoy muriendo por dentro y no sé como dejarla.

Pasan los días y a mi lado aguardas.
Como gotita prendida a mi goteo
Esperas
Aguardas.

Un buen día abro los ojos y vuelvo a encontrar tu mirada.
Tus ojos ajados, echan chispas, se divierten con solo mirarlos.
Como unos Soles que descubrieron las nubes de Otoños Blancos.
Ríes.

Me acaricias el pelo enmarañado.
-      ¿Durmió bien mi ángel?
-      Si madre.
-      Pues ala, que ya es hora de levantarse.

Me agarras la fría mano, huesuda, sin apenas carne
Amoratada de tantas veces pincharme.
Depositas en mí un cálido beso.
Siento como tus ojos embravecidos, lagrimas salen

Mares, Océanos, lágrimas que saben a amor de Madre.
Te ríes, como solo tú sabes.
Me quieres abrazar y mi cuerpo se deja
Miles de huesecillos, se clavan en tus redondas carnes.

-      ¡ Hijo, te quiero!
-      Más aun, yo madre.

Se pierde el tiempo entre tus ojos.
Se agarra al mío al despertarme.
Me sacudes cual tu niño grande.

Miro por la ventana del hospital.
Aun no parece tarde.

José Pedro Porras.

 Esta es un historia inventada, en la cual nada es verdad, ni el nombre de ella, ni la situacion que cuenta, simplemente me deje llevar y esto es lo que salió.
Explicación de lo que he contado, por si alguien no lo entiende;
En la primera parte, me separo de mi madre, para ver que mundo hay fuera, luego me dejo llevar por le ambiente ( Nocturno), donde conozco a una chica, ella me enseña lo que es la Noche y me dejo llevar, hasta el punto de caer en las drogas, no se como acabo en el hospital donde tratan mi drogadicción y la única persona que me acompaña es mi madre, la cual no me abandona nunca.
José Pedro Porras.

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