14 enero, 2015

PALMERITAS DE CHOCOLATE



La vida a través de una palmera de chocolate.

Cierro los ojos y la muerdo.
Paladeo cada momento, no pensando nunca en su final.
Desdibujo su forma de corazón, atravesándolo con mis dientes.
La disfrutó a cada bocado, mientras su olor me recuerda a mi niñez.
A cada trocito vuelvo a ser niño, lleno de amor y de bollería industrial.

¿Que nos importaba entonces lo grandes que íbamos a llegar a ser?
Comíamos como bestias y disfrutábamos como  auténticos animales.
 Sin importarnos nada ni nadie.
Con nuestra Bicicleta fuertemente pedaleando, agarrados a esos fríos manillares.

Grito interiormente.
 Mientras el chocolate negro recorre mi garganta.
Velocidad detrás de ejes ahora oxidados.
Como seguro se están oxidando tambien mis arterias.

Pero sabéis una cosa, ahora no me importa,
 vuelvo a cerrar los ojos y lleno toda mi boca de esta palmera.
Corazones contentos llenos de momentos dulces.

Miro a mi niño y sus ojos me deslumbran.
¿Recordará algún día estos ratitos con su padre?

Devoro la exquisita palmera, como devoro poco a poco mi vida.
Sin saber en qué momento la terminaré.
Sabiendo que cualquier boca puede ser el último.
Río.
 Me descojono por dentro y agarro la mano de Héctor.

Hablamos de nuestras cosas y la tarde se esconde
Consigo enlazar mi vida a su camino y por dentro me encuentro feliz de poder disfrutar este instante.
¿No sé si me hará daño tanta palmera y tanto chocolate?
Como tampoco sé si me hará daño entregarme tanto y tanto.
Vuelvo a cerrar los ojos y como, que la vida se nos va acabando y si no la disfrutamos se nos puede fundir entre los dedos.
Dedos ahora manchados de negro chocolate y diminutas migas de palmera que llevan dentro  en cada partícula sueños encerrados.
Deliciosas palmeras con mi niño Héctor.

José Pedro Porras.




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