09 diciembre, 2015

BREVE HISTORIA DE UNA POSESION



  Como cada día Silvia se sentaba delante de su pantalla para ver los dibujitos que tan ricamente le había puesto su papa, para que no diera guerra.
  Como cada tarde Silvia se formaba su propia película delante de aquel cristal, donde todos sus sueños se veían cumplidos. Pues por cada historia que recorría su mente, ella se volvía la heroína, la luchadora, la princesita que se enamoraba del príncipe.
  Como cada noche Silvia no encontraba el sueño pues sus sueños se hallaban ahora detrás de aquellas imágenes  que tanto le acompañaban, mientras sus papas se conectaban en la red, y así no encontraban el motivo para pelearse. Dejando a su Silvia con un bocadillo en la mano y con la televisión puesta.
 Tantas películas vio nuestra Silvia que un buen día se metió dentro de aquella pantallita y nunca más volvió a salir. ¿Para qué si ella era muy feliz ahí dentro?
  No hacía falta que estudiara, no hacía falta que tuviera amigos (pues solo tenía tiempo para los suyos propios, esos que desde la infancia había compartido tantos sueños)
  No hacía falta salir de casa y enfrentarse al mundo exterior, pues el mundo que tan deliciosamente le había creado su papa y su mama, le gustaba tanto que para nada los iba a cambiar. Si el mundo alli fuera no era de color, no tenía la fuerza , ni motivos para seguir adelante, no se veía allí como una heroína, ni como una domadora de un circo, ni como una terrible villana que no perdonaba ni a Dios.
  Tanto tiempo pasó Silvia delante de su pantalla, que un buen día en que se fue la luz, empezó a chillar a temblar, pensado que el Mundo se iba a acabar, sus padres que en ningún momento se dieron cuenta de aquella situación (pues sus móviles tenían batería y estaban conectado con sus grupos dentro de sus propias pantallas, quizás era solo una rabieta de su hijita, más tarde hablarían con ella).
  Pero ese más tarde nunca llego, pues Silvia pensaba que se acababa el Mundo con esa falta de energía, de luz, cerró como presa de una pesadilla fuertemente sus vidriosos ojos que desapareció detrás de miles de imágenes distintas que retenía en su cerebro.
  Por fin nuestra Silvia iba a ser feliz pues se introdujo dentro de  esa pequeña pantalla una buena noche cuando la luz se marchó.


José Pedro Porras Cano.

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