06 noviembre, 2015

UNA DE ALMORRANAS


  No es para niños.



  Por detrás me gusta más.

  Esta historia que paso a relatar, ocurrió de verdad pero afortunadamente no en mis carnes, el personaje que lo interpreta lo hago en primera persona pues me parece más fácil y lo que saquéis vosotros de escena es totalmente culpa vuestra, por morbosos.

Empiezo:

  Resulta que la crisis me está afectando a todo, pero cuando digo a todo es a todo y al sexo mucho más, no se me pone dura ni queriendo (desde que debo tanto dinero a la Seguridad Social y al Mundo en General, incluido mis proveedores que no paran de atosigarme, quieren cobrar lo sé, pero no ahora que me no puedo, ni que tuviera una maquina de hacer billetes debajo de la cama), no me concentro ni queriendo y eso que mi pareja pone empeño y mucho.
  Tanto, tanto empeño puso que me reventó, en una noche de locura que los dos llegamos con unas ganas tremendas, pues llevábamos más de tres meses sin ni siquiera intentarlo.
  Al principio como siempre con los mismos preliminares, pero después cuando pasamos a la acción me reventó.
 Me reventó la pedazo de almorrana que hace tiempo la tenía olvidada en lo mas profundo de mi ser y encima  no paraba de sangrar.
  ¡Pero como sangraba la H.P.!, ni que fueran las cataratas del Niagara. Nada podía con ella, ni el scotess, ni el rollo de cocina, ni la toalla poscoital o anal en nuestro caso, cortaba el sangrado de esta almorrana.
  Nos fuimos derechitos a urgencias, sin contar a nadie el porqué de aquel problema, después ya escucharíamos las risas de nuestros íntimos amigos partiéndose de risa, ya tendríamos cachondeito para rato y encima a mi madre preocupada, ¿no sé porque cosa la verdad?.
 La pobre que no admite que su hijo es Homosexual  y a mucha honra, aunque ahora la honra la tuviera por los mismos suelos y aparte de no ponersemela dura, encima tenía el problema de la almorranita que me iba a dar por culo y no sabéis de qué manera.
 Primero y lo mas importante,  no me podía sentar en ningún sitio pues todo me apretaba contra ella., en el coche vi las estrellas hasta que pude llegar a mi trabajo y todo el día de pie, recargándome las piernas con un dolor tremendo y encima sin poder cagar a gusto, deprisa y ya está, con lo que me gusta echarme mi partidita tranquilo y relajado, ni eso podía,
Era todo un cuadro sexual, el menda lerenda.
  Los días pasaban lentos y penosos, como se incrementaban mis deudas con el Mundo Mundial y las ganas de hacerlo con mi marido (lo que son las cosas, cuanto más me dolía, mas me acordaba de él, cuando todo esto pasará se iba a enterar de lo que vale un peine, o una polla mejor dicho).

  ¡Sanó!, por fin sanó, había acabado como un machote todo el antibiótico y ya no me dolia nada. Fui poco a poco volviendo a la normalidad y por fin llego el día tan señalado, lo había puesto una y otra vez en rojo en el calendario y por nada en el mundo me iva a perder la consulta en el médico.

-      ¿Haber el señor, como se encuentra?
-      Pues yo bien doctor, creo que esto ya se ha solucionado (“le contesto, temiendo el terrible momento de colocarme en posición fetal”).
-      ¡Habrá que comprobarlo!
-      ¿No hay más remedio?
-      Ande, ande, no sea vergonzoso y bájese los pantalones, que ahora mismo le ausculta la enfermera.
  Entró una rubia imponente de unos veintitantos años, con una sonrisa de oreja a oreja, se acerca a mí y me dice al oído.
-      ¡Túmbate, grandullón!
-      ¿Ya?
-      Sí, no seas tímido.
 Ahí me veis con mis ciento veintitantos kilos de sobrepeso, encima de la mesa, con una pata para un lado y la otra para el otro, con mi ojete alumbrando el Universo.
  La rubia señorita se enfrasca los guantes y me abre un poquito el orificio.
-      Ves, ya está todo.
-      ¿Ya está, solo es eso?
-      Solo, ¿Qué te habrías creído?
-      Pues no sé, algo más íntimo. Le puedo hacer una preguntita (pregunta que hago alli, tumbado, con el culo en pompa). ¿Tiene que ver algo la almorrana con ser homosexual?.
 Silencio en la sala.
-      ¿Es usted homosexual?
-      Y a mucha honra señorita.
-      ¿Usted cree que ya estoy curado para volver a mantener relaciones sexuales con mi pareja?
-      Espérese un momentito que ahora mismo se lo digo.
Violado, en ese mismo momento me sentí violado.
La señorita veinteañera se coloca nuevamente los guantes de lates, se unta no sé qué en el dedo corazón y sin precalentamiento,  ni la madre que lo parió,  me mete el dedo hasta no poder más, repitiendo la acción una y otra vez.
-      ¿Pero señorita, que se ha creído usted?
-      Nada, tranquilo, si solo lo estoy comprobando.
-      ¿Comprobando el que?
-      Pues si puede follar como dios manda.
  Cerré mi ano a cal y canto, me subí los pantalones y como alma que lleva el diablo Salí de aquella consulta totalmente indignado, ¡Qué digo indignado!, violado y sin consentimiento, solo le faltó a esta señorita hacerme una paja y me habría corrido alli mismo.


   Mientras yo José Pedro Porras.
Me encuentro sentado en la taza del wáter, partido de risa y en el otro servicio (sin que se haya enterado de la conversación), Héctor preguntándome que es lo que me pasa.
  Otra vez que me quedo sin palabras.

  José Pedro Porras Cano.               Basado en una historia Real.







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