24 noviembre, 2014

VERDADES DIFICILES DE CALLAR

Aunque me había prometido a mí mismo no volver a esto del blog, un impacto en toda la cara ha sido suficiente.
  Esta tarde cuando estaba entregando unos extintores, una señora me ha contado la triste situación por la que se encuentra.
-      ¡Pasa, pasa hijo!
-      Si yo me apaño bien afuera
-      No si pasa que te tengo que contar una historia.
  La prisa era una cosa que siempre me acompaña, pero la necesidad de esta señora fue mucho mayor a las ganas de terminar para ver a mis hijos.
-      Sabe usted, yo tengo 83 años y nunca lo he pasado peor.
-      En tiempos de Franco.
-      Déjese de memeces, que entonces no había tanto chorizo como ahora.
-      La verdad es que sí.
-      Pues mire, a mis 83 años y con mi pensioncilla estoy tirando de mi hija, que se ha quedado sin trabajo (yo en estos momentos la dejé hablar, pues verdaderamente lo necesitaba), la pobre se ha quedado sin trabajo después de 14 años trabajando para la misma empresa y el motivo para su despido es que no se quiso acostar con su jefe, un buen día la llamo un compañero diciéndola que se prepara que esa misma mañana iba a la puta calle. Vale más el honor de una persona que muchas cosas.
-      De eso se aprovechan, del honor de las personas y de que no hay trabajo donde poder sacar tu familia adelante.
-      Pues mire, la niña se quedó sin trabajo y con la hipoteca de un apartamento en la playa que había comprado para que mi marido y yo fuéramos a vivir nuestros últimos días. Pues bien ahora no me puedo mover de casa, pues lo que tengo es para pagar cosas y darle de comer a su familia, y encima me puedo quedar sin casa, pues la puse como aval para ese apartamento. Antes estaba bien pensado, pero ahora como están las cosas, y sin mi marido en casa, nada tiene sentido, sola aquí, mirando la televisión día y noche.
Mi marido murió. Un buen día lo ingresaron para limpiarle una (aorta del cuello), y luego algo debió de salir mal y se le produjo un infarto. Como no tenemos medios, le enterramos y ya está, con la tristeza de su muerte fue suficiente para no presentar ninguna denuncia y olvidarnos cuanto antes de esa desgracia, pero ahora cuando ha pasado el tiempo siento mucho no haber presentado una denuncia como Dios manda y haberles sacado hasta los ojos por haberme llevado a mi Alfredo.
-      Ahora es tarde señora, pero seguro que entonces todo tenía un sentido.
-      Pero ahora no es entonces y ahora nos hubiera sacado de este problema. Aunque para problemas el que tienen mis nietos (“Más problemas digo yo “), los ve en esta foto, pues miré uno tiene parálisis cerebral y el otro una debilidad tal en los músculos que siempre tiene que ir en silla de ruedas, y lo más triste no es que mi hijo esté perdiendo la vida por ellos, sino lo que dice: “¿Qué harán ellos cuando yo me haya muerto? “.
  En esos momentos noté como mi corazón se encogía, no tenía palabras para esta señora.
-      Y otra cosa.
-      ¿Mas?
-      Pues si tiene que marcharse, lo dejamos ya.
-      Más que nada que tengo mal aparcada la furgoneta.
-      Es muy rápida, miré ahora de mi paguilla estamos tirando dos familias, pero llegará el momento en que no haya dinero, ni para mí, ni para la cantidad de gente que está en el paro, ni para tantas familias que solo tienen la ayuda familiar. A mí me ha cogido tarde, pero a usted le cogerá. 
Triste será el momento en que la gente se eche a la calle para cortar cuellos, la necesidad de la gente hará que eso se produja y no queda mucho.
-      Esperemos que todo se solucione.
-      ¡Usted verdaderamente piensa así!
-      No me queda otra señora, tengo dos hijos que sacar adelante.
-      Habrá que luchar por ellos. ¿No?

  Después de hablar con esta señora, se me quedó un nudo en el estómago, y unas ganas de gritar que pa que.
  Y para que luego te digan por radio y televisión que todo va mejor.
  Y una mierda.


                                 José Pedro Porras.    24 Noviembre 2014.

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