Ingrávidos tus
pechos desnudos se adentraban en las profundidades del Océano.
Mientras un frío
intenso se apoderaba de tu alma.
Dibuja una tenue
sonrisa macabra que me lleva a amarte un poco más.
Me abrazo a la
nada, para ver si dentro te halló y descubro en el silencio una danza macabra.
- ¡Sedúceme! Imploró.
Más la oscuridad
carente de toda armonía, me devuelve de nuevo al maldito Océano, donde una y
otra vez grito tu nombre hasta quedarme sin voz, sin aliento.
En la comisura de
la locura dibujo el último de mis besos, mientras mis pies desnudos y sin
escamas se hunden en la arena mojada.
Quedé transformado
en una triste medusa que se mueve sin prisas y con calma.
De tanto buscarte.
De tanto añorarte.
Se me olvidó lo que quería encontrar y
amaba
Ahora espero en la
tranquilidad del inmenso Océano, viendo la
transparente cara de la Luna salir cada noche esperando ser abrazada,
intenso golpes de amor que me deshacen por dentro, dejándome como tierra
olvidada, tirada en la playa.
¡Que necio fue querer amarte!
¡Más cruel el querer perderte!
Melancólicas las
olas, me llevan a saborear tu recuerdo, cuando te enredabas entre mis
tentáculos cual araña que saborea a una
incauta mosca antes de comérsela.
Me encuentro tendido y Sólo en la playa.
Alimentado
de silencios y muerte.
Las gaviotas
carroñeras, picotean incesantes mi carne putrefacta, saboreando conmigo el
último de tus recuerdos.
José Pedro Porras.
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