Gotas negras después de amarte.
Como lisonjas de estrellas fugaces
Que revolotean en nuestra cama.
Amaneceres violentos sin alma.
Respiración entrecortada faltándome el
oxígeno
Me doy la vuelta y tú no estás
Vacío tenebroso, lleno de silencio amargó.
Chirría mi consciencia, grito hasta hacerme
daño.
Quisiera rasgar el cielo, cortarlo con un
cuchillo largo.
Cual pescado que dejó de navegar entre las
saladas nubes.
Espinas negras que se me clavan en el corazón
maldiciéndote
Arrebatándome la vida y las ganas de soñar.
-¿Porque te fuiste?, gritó a la luna
plateada.
Ella calla, cual vieja sorda de tantos
gritos.
Mas mis lamentos se quedan hundidos en mi
cama
Y mi mano agarra a las sabanas desgastadas.
¡Silencio!, que mi corazón está muriendo.
¡Calla!, que mi cuerpo se desangra.
Mi Alma dañada se la llevó el diablo.
Agarrado a sus crines negras encabritadas.
Esta tan fría esta noche.
Larga noche sin calma.
Muero por ti esperando
¡Calla!, que mi alma sangra.
José Pedro Porras Cano.
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