Globos
Lucia extendía
como cada día los brazos por su ventana, mientras las finas gotas de lluvia
atravesaban su mano, llevándola a lugares húmedos, su querida Escocia.
Ahora sola en
Madrid veía las tardes de Otoño monótonamente pasar.
Ilusiones perdidas
detrás de un montón de kilómetros, mientras inflaba una y otra vez sus
pulmones, para rellenar con su energía sus globos, esos globos que cada tarde
vendía (o intentaba vender en el Retiro).
Su piso más húmedo
que su cuerpo y encima en la calle lloviendo, ahora como vendería sus globos.
Pero aun así llena de recuerdos empezó a inflarlos, tanto infló que sus ojos se
llenaron de verde, rojo y morado.
Cerró por un
momento su conciencia y abrió tímidamente la ventana a ver lo que pasaba.
Los globos
queriendo agarrar la libertad del cielo, empujaban a Lucía hacia la calle.
- ¡Quietos que
todavía no os toca salir!
Pero eran tantas
las ganas de libertad que un globo gordo, tan gordo como ella, violeta como las
moritas de Septiembre, le empujó fuera, le arrastró hacia un Mundo lleno de
risas de cuentos y de bombones rellenos de licor.
Le agarró tan
fuerte, que Lucia aunque nunca había volado, cerró fuertemente los ojos y se
dejó llevar, se dejó amar por ese globo tan gordito que tanto se reía de todo.
¿Feliz? No lo sé.
Aunque ese viaje
hacia las estrellas, duró lo que dura el plástico que recubre el aire de sus
pulmones y un buen día el globo violeta se desinfló y la dejó caer.
Lucía extendía sus
redondos brazos, como queriendo coger un momento más aquella felicidad, pero
caía, en una caída sin redes y sin más protección que sus sueños, sus ideas y
unas ganas increíbles de volver a su país.
Por fin las nubes
pasaron y podía salir a vender sus globos, tan llenos de ilusión, como de ganas
de venderlos.
Sentada en su
diminuta silla, gritando a pleno pulmón:
- ¡globos, globos
de colores, globos llenos de amores y corazones!
Pero la tarde
pasaba y después de tanta lluvia, poca era la gente que se atrevía a pasear por
el Retiro.
Se aburría
soberanamente y no veas como le dolía el culo.
Empezó a inflar
más globos, para ver si le pasaba lo mismo que la peli de Up, donde ese señor
mayor consiguió hacer volar su casa.
El viento,
conocedor de sus ilusiones se hizo presente y cuando menos lo esperaba Lucía, salió
volando con todos sus globos bien sujetos a su diminuta silla.
Lucía sonreía.
Ya no tenía miedo
a volar, pues ya recordaba lo feliz que había sido con su globo violeta.
Pero esta vez era
diferente, tenía bien amarrados todos
los globos a su destino y no se bajaría de ellos.
Río y se dejó
llevar por ese viento danzarín que jugaba con su pelo, con sus sueños y con sus
desnudos pechos.
Jugó y se enjuago
su vida de ese enredado viento.
Subió a lo más
alto y divisó a lo lejos su país, esa pequeña tierra Escocia, se divisaba a lo
lejos.
Agarró con fuerza
a su viento y se dejó hacer.
Cerró los ojos y
recibió un beso.
Los abrió de nuevo
y una cara tan redonda como la suya, le miraba.
Se reía y esa
sonrisa la llevó a recordar.
Y con el recuerdo
le entraron unas inmensas ganas de llorar.
Pero la cara tan
redonda como la suya le habló y unas manos tan grandes como las suyas le
abrazaron.
- ¡Madre!
- Tranquila mi
niña que todo pasó.
El viento, volvió
a acariciar su enredado pelo y en el oído dejó prendida una palabra.
- Te quiero.
- Gracias.
Lucía por fin puso
los pies en la Tierra y dejó a todos sus globos en libertad.
Cientos de globos
surcaron el cielo en busca de alguien que quiera volver a inflarlos y puede con
ellos soñar un rato.
José Pedro Porras.
Este cuento es una
transformación dentro del mismo, se puede leer de muchas maneras y siempre será
la adecuada.
Es una historia de
amor, de frustración de Lucía ante la vida y de las ganas de volver a su país.
Se descubren a
primera vista dos amores, uno el globo violeta y otro el viento, el cual logra
llevarla a su casa, pero si nos fijamos también hay más amores en su vida.
Le puedo dar mil
vueltas al pequeño cuento y siempre me gustará más, espero que con esta
aclaración sea más fácil su comprensión.
Un abrazo.
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