Se acercan las Navidades y ya están los Reyes
a la vuelta de la esquina con sus regalos y la ilusión de un montón de niños
que creen en ellos.
¿Porque no?
Es que acaso nosotros no tuvimos alguna vez
la ilusión en los Reyes Magos, pues no dejemos que eso se pierda, yo intento
cada año, sentir las navidades y aunque ahora sea más difícil todavía, ahí tenéis
a Héctor viendo una y otra vez el catálogo de los juguetes y esta tarde se ha
sentado con su hermana a señalar los que más les gustan para que entre los dos
hagan la Carta a sus Majestades los Reyes Magos.
¿Porque no?
Anoche cayó en mis manos un cuento pequeño
que hice a mi hermana Marian, espero que os guste.
28 Noviembre
2014
Ya llevaba Leo varias noches con fiebre
aunque siempre decían lo mismo “Denle usted el Dalsy y seguro que pasara, será
el nuevo virus que ya tienen muchos niños del pueblo.
Pero aquella noche el termómetro marcaba 39 y
ya iba camino de los 40; el niño estaba tiritando y Alex ya no sabía qué hacer.
- Justo hoy que es la noche de Reyes.
- Corre Alex, corre que el niño está muy
malito.
Marcos estaba dormidito pues le habían dicho
que no se despertara que aquella sería una noche muy especial y que si se
despertaba no vendrían los Reyes Magos.
Lo cogieron como pudieron y lo metieron en el
carro junto a su hermano, dentro del coche marcaba el termómetro la friolera de
-5 grados y afuera estaba cayendo una helada del copón.
Leo no hacía nada más que tiritar y Marian lo
acurrucaba y le daba todo el cariño que podía pero con eso no valía, tenían que
ir al Médico de Guardia.
Alex iba como una moto; todo nervioso,
aquello era lo que le faltaba para rematar la noche más importante del año.
En urgencias del
pueblo no sabían lo que hacer con él y lo mandaron para Madrid en una ambulancia.
- No te preocupes Marian, que todo va a salir
bien.
En la ambulancia solo podía ir uno de los dos
padres, así que Alex decidió seguirles con Marcos.
- ¿Papa, que pasa?, “dijo Marcos entre sueños
“, y los Reyes ¿Vendrán esta noche?, y no estaremos en casa.
- Duérmete cariño, duérmete.
Alex durante todo el largo viaje, solo podía pensar
en dos cosas: primero en su niño Leo y luego en los Reyes Magos, con toda la ilusión
que había puesto.
El Hospital como siempre, hasta arriba de
gente, pero cuando quiso llegar Alex, ya estaba su mujer con una sonrisa de
oreja a oreja, y con su niño Leo dormidito como un ángel entre sus brazos.
- ¡Ala, ya está!, ya podemos irnos a casa.
- ¡Pero si estaba tan malito!
- Magia, ilusión; que se yo. Recuerda que hoy
es una noche muy especial.
Llego
la ambulancia, tenían un hueco para él, a mí me tuvieron afuera y cuando me llamaron,
la enfermera estaba allí, sonriendo. Y leo con esa sonrisita de ángel,
totalmente dormidito.
Me
dijeron que era un virus y que como ya habían entrado más niños así, ya sabían el
antibiótico adecuado, pero sabes una cosa, yo vi un no sé qué en la mirada de
esa enfermera, llámalo ilusión, vida, que se yo, pero al mirarla a los ojos me
relaje y después ya ves, el niño se recuperó, ¡Pero bueno, nos vamos!, ¿O qué?
- Si mi amor, vámonos (dándole un beso de enamorado).
Ya estaban llegando a casa y el reloj marcaba
cerca de las 6 de la mañana.
- “¿Y ahora qué?, ¿Cómo lo hacemos? “,
Pensaba Alex para sus adentros.
Marcos, al lado, con los ojos como platos y
al lado él bebe dormidito.
Alex sin querer, se le cayó una pequeña lágrima
y Marian le cogía con cariño la mano.
- ¡Papa, corre; que seguro que han venido los
Reyes!
- ¡Marcos, no se sí……!.
Encendió la luz.
- ¡Están, están los regalos debajo del árbol y
mira Marian, han dejado hasta las huellas!
- ¿Pero quién pudo ser?
- ¡Papa, quien va a ser, sino los Reyes Magos!
Y un largo abrazo entre padre e hijo cerró
este cuento de Navidad.
Espero que te guste Marian.
José Pedro Porras.