El frio atenazaba
afuera y las ganas de orinar eran tremendas.
- ¡ Papa, vamos a entrar a tomar algo que me
hago pis! “ Dijo Héctor ”.
- Claro que si mi amor.
Por fin la solución a mis tremendas ganas de
orinar encontraban una solución, como no se me había ocurrido antes, si el
servicio no viene a mí, nosotros tenemos que ir al servicio.
Entramos en el bar de los pinchitos, como les
llaman los niños y salí disparado hacia el aseo.
- ¡ yo primero, papa, yo primero!. Otra vez
se ha colado, jo, mama, otra vez se ha colado.
Salida
por la derecha y regateo las mesas centrales del salón, hago una chilena y me
introduzco en el servicio. ¡Toma gol por la izquierda!
“HELADO”, El servicio, no es que estuviera frio, es
que estaba congelado, tanto, tanto, que de la boca me salía hasta vaho.
- ¡Papa, papa, sal ya que me meo!.
- Y yo también Héctor, Espera tu turno.
- ¡Qué me meo, papa, que me meo!.
Daba igual lo que dijera mi niño, le había cogido
la delantera y lo iba a aprovechar yo.
El frio era tremendo y el contraste del
interior del calzoncillo hacia el exterior del servicio, era importante.
- “ ¡Rápido, Pedro, rápido que se te congela”,
me digo a mí mismo.
La meada era del elefante aquel que vimos en
el zoo, pero ese frio intenso se me metía en los mismísimos testículos.
Mientras hago tal meada, me digo a mi mismo:
- “¡Ya!, lo suelto, ya, que me quedo
congelado.”
- ¿Cómo que ya?, ZAS.
Tarde.
Ya era tarde, a la hora de darme tantísima prisa,
suelto demasiado pronto la goma del calzoncillo, con tan mala pata que me
autolesiono el capullo.
- ¡¡¡¡ Joder, joder, que daño!!!. Chillo en
el servicio.
- ¿Papa, que te pasa?
- ¡¡¡ Hay que daño, Héctor!!!
- ¿ Pero papa, que te pasa?
- Que me he golpeado la cola.
- ¡Pero papa!, Sal que te la vea.
- ¡No Héctor que me duele mucho!
Salgo como puedo del servicio, con la mano en
el paquete, y con un dolor del carallo, ( Mareado, yo creo que estaba hasta
mareado).
- ¿ Qué le pasa, señor?. Me pregunta el
camarero.
- Nada, no es nada. ( Mas blanco que la
leche).
Me dirijo hacia la mesa a trompicones y con
un dolor de Capullo que no veas. Sujetándome
fuerte el paquete.
Encima veo a Toñi que junto a Alba, se están
partiendo de risa a costa mía.
- ¿ Pero Pedro, que te ha pasado?
- Cuenta papa, que nos tienes en ascuas.
- Calla, calla, que menudo dolor tengo.
- ¿ Pero dónde?
- Pues no lo veis, en toda la cola.
- ¡¡¡¡¡ Ja, jajajajaja. ¡!!!!
Ahí tenéis a las dos partiéndose de risa a
costa mía, y yo con unos sudores fríos,
heladores y con un dolor en todo el capullo tremendo. “-Lo pierdo, que esto lo
pierdo”, miles de pensamientos se me pasean por la cabeza.
Siguen riéndose un buen rato, mientras
observo que también el camarero es participe de la risa.
Vamos que todo un cuadro a consta de mi cola.
- ¿Si quieres vamos al médico?. Dice Toñi
- ¡Si hombre, para que me la toque!
- Tendrás que enseñársela a mama. Dice Alba.
- Espera un poco, haber si pasa, pero si
sigue así tendré que enseñársela.
- ¡Que se la enseñe, que se la enseñe!. Dice
el guasón de Héctor.
Me tomo un trago de cerveza y poco a poco veo
como va remitiendo el dolor capullil. Pero el mareo no cesa y la vergüenza de
aquel momento tampoco.
- Bueno ahora que te has relajado un poco,
¿Nos vas a contar lo que te ha pasado?. Me dice Toñi.
- Pues fácil, bien fácil “ Con voz de recochineo”,
tenía prisa y el servicio estaba helado y antes de meterme la cola que se
estaba quedando congelada al resguardo dentro del calzoncillo, he soltado demasiado deprisa la goma, con tan mala suelte que me he pegado
un pedazo de golpe en todo el capullo.
- Vamos, vamos, Pedro, que no lo que no te
pase a ti.
- Pues es verdad Toñi, lo que no me pase a mí.
No hay nada mejor que reírse en familia,
aunque sea de estas cosas.
Basado en un
historia Real, para que todos juntos nos riamos.
José Pedro Porras
No hay comentarios:
Publicar un comentario