Me besaste anoche tan dulcemente.
Me privaste del oxigeno, creyéndome muerto.
Envenenado del sabor de aquel beso.
Caí en nuestra cama sin conocimiento.
Loba que se alimenta de mi cuerpo, yerto.
Yo, desvaído me dejé hacer el resto.
Tuvo que ser mucho el veneno
que inyectaste en mi cuerpo
Que aún después de muerto, siento.
Tus labios conocedores del sufrimiento.
Fueron inyectando por cada poro
Ese amargo veneno, delicioso, eterno.
Como un pececillo buceando en deseo.
Me dejo llevar envenenado y muerto.
Electrificado por ese placer constante
De sentirme devorado por tus besos.
Me estiro cual largo es mi cuerpo
Como estrella marina devorada por dentro.
Estallidos de placer, espuma blanca, deseo.
Junto mis labios a los tuyos, implorando
mas veneno.
Tu como perfecta áspid, sacerdotisa del
deseo
Me indicas el camino para liberar tu
cuerpo.
Recorro cada poro de tu piel, devolviéndote
tu veneno.
Gimes, lloras, es un rio tu cuerpo.
Fuente caudalosa que llena de olor mi sexo.
Te sacuden en un terremoto eterno.
Mi cuerpo conocedor de aquel momento
Se derrama enloquecido allí dentro.
Cierras los ojos sabiendo que no fue un
sueño
Como pliego de papel que espera su dueño.
Escribo en el nuestra historia
De amor, placer y deseo.
José Pedro Porras Cano. Dedicado a Toñi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario