La muerte de Dalia fue el momento más
horrendo que había sufrido Javier, desde aquel instante en que llamó su padre,
dándole la triste noticia. (Había muerto, la habían atropellado un borracho en
la carretera)
Vagaba distante desde el instituto hasta casa
y desde casa al instituto.
Hubiera sido más fácil haber muerto con ella,
después de todos aquellos meses de pasión, donde descubrieron juntos la
sabiduría del amor.
Dalia, su dulce Dalia.
Vinieron las vacaciones y para nada
necesitaba desprenderse de aquel mundo, que tanto le recordaba a ella. Pero su
madre insistió una y otra vez en que renovara aires y se fuera lejos,
“– Seguro que asi se iría la pena”.
Galicia, hacia tanto tiempo que no pisaba esa
tierra, que hasta el olor limpio se le hacía extraño.
- Pero Javier, pasa, pasa. (Le dijo su abuela
Martica, escondida detrás de unas gafas gordas de culo de vaso).
- Hola abuela.
- Hola abuela y eso es todo. Anda tontorrón
dame un buen abrazo, como cuando eras un chiquillo.
- Lo dejamos para…
Pero un gran tortazo le hizo entrar en vereda
y dio de bruces en las amplias tetas de su abuela Martica, la cual no se
despego de él, dándole mil y una carantoñas.
- ¡Quieta abuela, quieta!
- Nunca es suficiente para saludar a mi
nietecito.
- No me encuentro muy bien.
- Ya sé, ya sé, me lo contó tu madre.
- ¿Y tú que vas a saber?
- Más que tu cabezón.
Capitulo 2.
- Mira Javier te voy a contar una historia
- No estoy para historias.
- Pues como no nos contemos historias, no vas
a poder hacer gran cosa
- Me conecto con el face y ya está
- Prueba, prueba haber si a ti te funciona.
- Pero abuela no me diga que todavía no han
arreglado la cobertura en este pueblo.
- Ni falta que hace.
- ¿Y la tele?
- La tele no cuenta historias, solo atonta y
adormece. No hay tele.
- Pero si la tiene ahí enfrente.
- Pusieron eso nuevo del Tdt y ahí se quedó.
- Ahí se quedaron ustedes en la época de
cromañón.
- Si pero contando historias.
Javier no se lo podía creer, en pleno 2014 e
incomunicado, esta se la iba a pagar su madre, vaya que se la iba a pagar.
Pues bien, te voy a contar una historia:
Mordían las olas los viejos pies
Aquellos pies que tanto y tanto habían
caminado
En busca del aquel amor.
Ella 18 años
El tan solo 21
Nada que ofrecer, más que unos brazos que
hacerse a la mar.
Nada más que una vida que compartir con
ella.
Sus cabellos bailaban esa tarde con el
viento
Mientras las olas golpeaban su vieja barca.
- Te quiero
- Yo también te quiero.
El Sol se ocultaba detrás del inmenso Océano
Mientras cabalgaban como dos enamorados
Agarrado a su frágil mano.
La oscuridad se hizo dueña de aquel
momento.
El cogió la mano de ella.
Y las Estrellas fueron testigo mudo de
aquel cuento.
Amor, se amaron locamente.
Amor, se amaron eternamente
Pero el Océano envidioso de aquella pasión,
se embraveció
Las olas querían apagar aquella ternura en
que los dos se fundieron en uno
- No te sueltes del mástil, agárrate fuerte.
- No me soltare, nunca me soltare.
Una y otra vez las
olas golpearon su barquichuela,
Que danzaba al compas de una muerte
predicha.
El salió despedido de su barca
Y ella, que se encontraba amarrada al
mástil, se hundió.
- ¡No me olvides!
- Nunca te olvidaré.
Se quedo el Mundo tan pequeño como un grano
de sal, como un pequeño cangrejito que muere aplastado por pescador descuidado.
La locura, se apoderó del corazón de aquel
muchacho y cada mañana gritaba su nombre, como si así consiguiera que el Mar se
la fuera a devolver.
Tanto gritó que se quedo ronco.
Tanto pronuncio su nombre, que hasta las
gaviotas sabían decirlo.
Tanto lloro, que el mar le iba prestando
sus lágrimas
Tantas lágrimas soltó, que se volvió agua.
Tan ronca se quedó su garganta,
Que su voz se volvió piedra.
Tantas veces se revolcó por la arena,
mirando al cielo y buscando un porqué.
Que un buen día, vino el Mar y se lo llevó
Y allí en el fondo del inmenso Océano,
Se encontraron los dos amantes para
siempre.
Capitulo 3
- Muy bonito, abuela. ¿Y cómo se llamaba
ella?
- Ponle tú el nombre que quieras.
- No me lo vas a decir.
- Pues no Javier, acaso es importante, acaso
eres la única persona sobre la Tierra que ha perdido a una persona amada.
- ¡Tú no sabes lo que estoy sufriendo!
- ¿Acaso lo sabes tú?
Javier se levantó de la mesa y salió
corriendo, Martica fue a levantarse, pero la dichosa artrosis, no le dejó
moverse.
- ¿Voy tras él?, “ Le dijo su marido,
Enrique”
- No, déjale que llore, falta le hace.
Javier desapareció, se hizo con el viento.
Solo llevaba el nombre de su amor en los labios.
Dalia
Dalia
Mi dulce Dalia.
Inco sus rodilla en la arena de la playa.
El frio de aquella noche ni lo sentía.
Lloró, y se acordó de la historia de su
abuela.
Lloró y a cada lágrima volvía a sentir
Su pelo
Sus caricias.
Sus besos.
Dalia, su dulce Dalia
Lloro y tan amargas fueron sus lágrimas,
Que parecía que el Mar se incrustaba en sus
ojos.
Pensó en los ojos de Dalia,
Tanta tristeza, no podía ser posible.
Se tumbo sobre la negra arena
Fría arena nocturna que se metió por todo
su cuerpo.
Frio no sentía.
La brisa del mar, acaricio su cara acostada
Y durmió.
El sueño se apoderó de su cuerpo, de su
alma, de su ser.
Volvió a soñar con ella y como el viento se
enredaba con su pelo
Volvió a pasear por el parque de la mano.
Volvió a amarla una y mil veces, en el
asiento de su coche.
Sintió las olas que juntos los mecían.
Dalia, estiro la mano y le señaló el
firmamento
Dalia le pidió, que por favor la dejara
marchar.
Javier quería seguir agarrado a su mano.
Vio los ojos verdes de Dalia, suplicándole,
- Déjame marchar.
- Nunca.
- No ves que morí.
- Para mí nunca abras muerto.
- Déjame marchar, mi amor.
- Dalia, mi Dalia. ¡Qué muerto, estoy sin ti!
- Me hubiera gustado estar unida a ti toda la
vida, pero llegó mi final.
- ¡No quiero!
- No puedes seguir mi camino.
- Mi camino está en ti
- Marcho, llegó mi hora
- Te amaré por siempre.
- Lo sé.
Dalia, se hizó en el firmamento y sin mirar
hacia atrás se fue
Frio quedo Javier, casi hundido en la arena
del mar.
Mientras su alma se rompía en mil pedazos.
Agarro fuertemente su destino, intentándose
librar de él.
Pero la vida, le trajo de un golpe a esa
playa, donde Javier se despidió de su amor.
Miró a sus pies y entre nublado por la
tristeza, desenterró una caracola.
Capitulo 4
En la oscuridad de
la noche sonaban unas voces, las cuales le devolvieron a la realidad.
- ¡Pero, Javier!, ¿Dónde te habías metido? “
Le dijo Enrique”
- Buscando a Dalia.
- ¿La encontraste?
- La encontré.
Sin percatarse del terrible dolor que le
estaba produciendo aquella caracola apretada contra su mano.
- La vas a romper.
- ¿El qué?
- Pues eso que tienes entre las manos.
- ¡ Ay va! ¿Y esto que es?
- Pues una caracola, y de las que suenan.
Sopla haber lo que te dice.
Javier se llevo la caracola a sus secos labio
y sopló con toda la fuerza que llevaba en sus pulmones y no vas a creerlo, del
interior de aquella caracola, solo un sonido salió.
Dalia.
Javier se la guardó entre las manos y la
guardó en una cajita de madera que le hizo su abuelo Enrique.
Cada vez que pensaba en ella, la hacía sonar
y su canto melancólico le ayudaba a llevar el día a día.
Paso el tiempo y cada vez la hacía menos
falta.
Nunca olvidó a su amor.
Nunca se separo de aquella caracola
Conoció a otra muchacha y de ella se
enamoró
No sabemos cómo, la caracola desapareció
Pero un buen día, mientras su nieto andaba
en las cosas de su abuelo,
Apareció.
Soplo fuertemente y solo una nota salió.
Dalia.
José
Pedro Porras.
Cada vez que necesites haz sonar la caracola
que llevamos en el corazón, aquella que siempre nos recordará a nuestro primer
amor.
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