Las manos se me estremecieron aquella noche,
en que acaricié su cuello.
Cada vez que hacía el amor con ella era solo
lo quería
Ver su garganta
quebrada del mismo placer
Venas ensangrentadas
que se dilatan y parecían explotar
La suave colina del amanecer subir y bajar una
y otra vez.
Como si le faltara el propio aire, necesitando
cada bocanada de aquella habitación
La misma excitación de tenerla controlada,
tenerla subyugada a mi impulsos
El mismo placer de golpearla con fuerza una y
otra vez.
Gemidos conscientes
e inconscientes recorrían todo su cuerpo
Desfiladero de
placeres carnales concentrados en ese canal de la sabiduría
Mis manos
queriendo en cada momento pararla, dejar que esas venas me inundaran.
Me excitaba y
dejaba que mi cuerpo hiciera el resto.
Una cálida noche pasó.
- ¡ Estrangúlame !
, me dijo.
Y mientras hacía
el amor como nunca lo había echo
Viendo esa
necesidad de sujetar aquel intervalo de tiempo
En que su nuez quería
salirse y reventar.
Mis manos
atraparon aquel cuello.
Agarraron aquellas
venas sintiéndolas ahora tan mías
Mientras su boca
se perdía en el instante de conseguir un poco de oxigeno
Orgasmo de placer,
intenso, malvado, lujurioso y asfixiante
Sus venas se
pararon un instante sobre mis dedos.
Tenía tu Vida en
mis manos, ahora me correspondía.
Espasmos convulsos,
los suyos al perderse y los míos al meterse tan adentro.
Eyaculación mortal,
cuando mi cuerpo agarro el último suspiro de su vida, para destrozarlo.
Después el
silencio, un terrible silencio y un cuello quieto bajo mis manos.
José Pedro Porras.
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